Decíamos ayer que en el maravilloso ambiente de libertad en el que se desenvuelven nuestras vidas desde que surgió el coronavirus, el poder te da a elegir entre vacunarte o no vacunarte. Eso sí, si no te vacunas te harán la vida imposible.

No sólo eso: cualquier opinión discrepante, o simplemente interrogativa, sobre la verdad oficial, y su transmisión pública, es inmediatamente censurada, por negacionista, por Google-Facebook y su patulea de ‘verificadores’, en algunos de ellos (por ejemplo, en el caso del español Maldita.es, financiados por George Soros) se encargan de censurar y silenciar y ningunear al discrepante por irresponsable, insolidario y, últimamente, asesino.

¿Cuál es el efecto de esta prepotencia NOM y de esta soberbia científica de la que hablábamos ayer? Pues justamente el miedo de mi amigo -por cierto, no es un idiota es uno de los ingenieros más prestigiosos de España en su especialidad- a vacunar a su hija preadolescente… porque “ella comienza ahora yo ya estoy de retirada” (tiene 45 años).

Por cierto, cuando hablo de NOM en materia de vacunas no piensen ustedes en el PSOE-Podemos. Piensen también en el PP, que, como siempre, presa de sus complejos, lucha también por no quedarse atrás respecto a la izquierda, en que se diga, alto y claro, su voz en pro de la vacunación no ya de los seres humanos, sino de las mascotas, si Pfizer o Bill Gates pretendiera abrir una nueva vía de negocio con los irracionales.

A todo esto, ¿no eran los niños los menos afectados por el Covid? En marzo de 2020 les acusamos de agentes transmisores y les encerramos en casa, fastidiando las meninges de una generación entera (y la meninges de sus padres). Ahora resulta que lo hacemos por ellos, por su salud porque están resultando más afectados que otras edades (¿Seguro o se trata de otra manipulación de cifras?.

Cualquier opinión discrepante, o simplemente interrogativa, sobre la verdad oficial, y su transmisión pública, es inmediatamente censurada por Google-Facebook y su patulea de ‘verificadores’, o sea, censores

Acabo de darme cuenta de que he incurrido en negacionismo puro y duro. ¡Qué horror, soy un ultra! ¡Google, censúrame! ¡¿Ah, que ya lo estás haciendo?!

Más. Lo cierto es que, ya sea con el volcán de la Palma o con el Covid, la ciencia nos ha fallado. Ahora mismo, en la preciosa isla canaria sus habitantes del oeste no saben cómo ni cuándo acabará el asunto y los expertos no se atreven ha hacer más previsiones por temor a fallar.

Y cuando ya no se puede estirar más el pánico al Covid, se iniciará la fase del pánico al cambio climático. La progresía no deja de desarrollar ambos fenómenos pero no olviden que al poder le importa un pimiento, el cambio climático o el Covid. Lo que nos quieren es sumisos.

En estos tiempos impíos hemos de estar alegres. Es nuestro deber. Frank Kafka y la prueba de la dicha es la gratitud

Dicho esto, “en estos tiempos impíos hemos de estar alegres. Es nuestro deber”, aseguraba Frank Kafka. Además, recuerden que la prueba de la dicha es la gratitud. Y en medio de este caos, hay gente que agradece a Dios estar vivo y también hay otra gente que agradece que le ayuden en la desgracia -como en La Palma-. Lo primero de todo, agradece que le ofrezcan esperanza. A fin de cuentas, la primera forma de pensamiento es el agradecimiento (Chesterton).