En su primer discurso en España, el Papa pone el dedo en la llaga sobre la cobardía cívica de un país con profundas raíces cristianas. No estáis solos. El mensaje de fondo: tratar a Cristo como "a un amigo". En paralelo, Juan Carlos I habla de la "profunda crisis de valores" a la que se enfrenta la juventud.
Y llegó el Papa. En la escalerilla del avión le recibieron SS.MM. los Reyes de España. Y es curioso que, en el saludo de bienvenida de Juan Carlos I al Pontífice, el único aplauso de los jóvenes congregados se lo llevara la mención a Juan Pablo II, el inventor de estas jornadas.
Un discurso un tanto especial, y hasta diría valiente, del Monarca, al referirse a la dignidad de la persona humana -eufemismo favorito para aludir, entre otras cosas, al aborto- y sobre "la profunda crisis de valores" que el Rey considera más preocupante aún para la juventud que la crisis económica. Una crisis que, además, provoca una justa indignación entre la juventud que se rebela contra los grandes problemas y a quien "tenemos que ayudar". El Rey habló de la generación de jóvenes "mejor formados de la historia de España". Es posible. Al menos, los mejor instruidos.
Pero los jóvenes no sólo necesitan posibilidades sino "el modelo de sus mayores, para retomar la antorcha de los valores que hacen grande" a la humanidad.
El presidente Zapatero estuvo presente en el aeropuerto de Madrid-Barajas pero no entre quienes saludaron directamente al Pontífice. Vaya usted a saber por qué. Tampoco estuvo el candidato Rubalcaba, aunque sí el candidato Rajoy.
Luego le llegó el turno a Benedicto XVI, quien nunca desaprovecha un discurso, ni tan siquiera el inicial. No podía faltar su petición madre: la verdad. Verdad existente, alcanzable, que radica en "Cristo, camino verdad y vida". La verdad existe. Por eso los jóvenes, y los adultos, deben alejarse de "tanta banalidad, tanta insolidaridad y tanta confusión".
Pero el eje del mensaje papal llegó a continuación. Comenzó refiriéndose a la Cristofobia, persecución "abierta o larvada" contra la fe, en "tantos lugares y regiones del mundo". Y a continuación, el sprint dialéctico "No os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacer uno con nosotros y experimentar nuestras angustias". Vamos, una cuestión de gratitud. En un pueblo como el español, valiente a la hora de dar su vida pero cívicamente cobardón, con católicos recluidos en el anonimato de la timidez vergonzante y con terror a manifestarse en público y a testimoniar su fe, Benedicto XVI nos pide que no ocultemos nuestra "identidad cristiana". Más claro, agua. Como siempre el intelectual Ratzinger iba directamente al grano: en efecto, los problemas del cristianismo en España no sólo proceden del laicismo oficial, siempre agresivo, y de la condena al silencio por parte del poder informativo y cultural. También viene animado por la propia tibieza y cobardía de los católicos.
Y más: Asumid "los compromisos decisivos, que llenan toda una vida". Para ello, el consejo de fondo es la oración, traducida por Benedicto XVI en su consejo de "tratar a Cristo como a un amigo".
Detalle significativo en una JMJ que ha reunido a centenares de miles de jóvenes de todo el mundo, un aviso: "No estáis solos". Era otra forma de hablar de coherencia, coherencia de vida y coherencia de palabra, coherencia de gestos.
Eulogio López
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