Casi cuatro de cada cinco consumidores no hubieran tenido electricidad en España sin la aportación de los ciclos combinados con turbinas de gas y la energía nuclear en las últimas semanas y a determinadas horas del día. Pero a la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, sólo le gustan las energías renovables, especialmente los molinos de viento y las placas solares. Claro que estas no bastan para garantizar el suministro y encima dependen de factores meteorológicos.

El dato de que la mayoría de consumidores no hubieran tenido luz sin el gas y la nuclear lo ha dado Naturgy al publicar sus resultados semestrales. Asimismo, ha destacado que “los ciclos combinados confirmaron su papel clave como respaldo del sistema energético español, marcado por el cierre de las centrales de carbón, la baja hidraulicidad y el rendimiento irregular de la generación fotovoltaica por las condiciones meteorológicas”. Dichos ciclos (Naturgy es dueña de 18 de los 26 que hay en España) “han garantizado la cobertura de la demanda eléctrica durante los meses de junio y julio, coincidiendo con las altas temperaturas y una demanda extrema de potencia eléctrica”. Además, no hay que olvidar que los productores de ciclo combinado tienen las manos un poco atadas en lo que se refiere al precio por el tope ibérico, que está siendo un fracaso en el objetivo de reducir la factura eléctrica… y lo será aún más por la compensación a dichos productores. Una solución sería sacar el gas del pool eléctrico y poner precio fijo al resto de tecnologías.

Naturgy es dueña de 18 de los 26 ciclos combinados que gas que hay en España y subraya que “han garantizado la cobertura de la demanda eléctrica durante los meses de junio y julio, coincidiendo con las altas temperaturas y una demanda extrema de potencia eléctrica”

No solo Naturgy ha aludido a la mayor demanda eléctrica. Enagás, en su boletín estadístico de julio, no sólo ha destacado los diversos sumistradores (EEUU sigue haciendo un gran negocio), sino también que la demanda de gas que se destina al sector eléctrico se ha disparado un 125,9% en julio y un 83,2% en el periodo acumulado desde enero. Mientras que la demanda convencional (la del gas que usa, por ejemplo, la industria) ha caído un 30,9% en el séptimo mes y un 12,7% desde el inicio del año.

En este escenario, conviene tener en cuenta que el gas emite mucho CO2, no como la nuclear, que lo hace en una parte muy pequeña (13 veces menos que la solar fotovoltaica en todo su ciclo de vida), aunque ambas han sido incluidas en la taxonomía verde europea. La nuclear es el mejor complemento de las renovables en el mix eléctrico, pero en el Gobierno no tiene defensores sino críticos (en especial, Pedro Sánchez, Teresa Ribera y Diana Morant), que se niegan a revisar el calendario de cierre progresivo previsto para entre 2027 y 2035. Todo ello cuando hasta Alemania está más cerca de rectificar, pues el canciller, Olaf Scholz, ha afirmado que “puede tener sentido” retrasar el apagón nuclear de sus últimas tres centrales, y días después, también ha defendido la construcción de un gasoducto que lleve gas desde la Península Ibérica al centro de Europa.

La semana pasada, en el curso de verano ‘Perspectivas de la energía nuclear en España’ de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, coordinado por ENSA, el presidente de Foro Nuclear, Ignacio Araluce, recordó que la nuclear “no emite gases contaminantes, está alineada con el cambio climático y la descarbonización, es muy estable, fiable y competitiva en precio, y sería más barata si no estuviera asfixiada a impuestos”. Al hilo de esto, Alfredo García (más conocido en Twitter como Operador Nuclear), divulgador científico y operador y supervisor nuclear, ha referido que en España, “las nucleares sufren la mayor presión fiscal (22€/MWh) y el Gobierno pretende añadir un demencial cargo de 17€/MWh por el CO2 no emitido”. Además, ha destacado que “las nucleares catalanas son para ERC la gallina de los huevos de oro, pero en lugar de defender que siga generando riqueza y empleo, pretenden asfixiarla con más impuestos”, y alude a unas declaraciones del diputado Lluís Salvadó: “El fondo de transición nuclear es una iniciativa histórica. En un horizonte de 10 años hasta que cierran las centrales, son 300 millones de euros. Es un revulsivo y una oportunidad para captar inversiones y ganar el futuro de las generaciones futuras”.

En el citado curso de verano celebrado en la UIMP, Héctor Dominguis, presidente de la Sociedad Nuclear Española, subrayó que España es el único país que no está revisando sus planes de cierres de centrales y que usar la energía como argumento político es un error y “nos va a llevar a tener un sistema eléctrico inadecuado, que no se adapta a las necesidades del país y es ineficiente”. Alfredo García también ha referido la “política antinuclear en España”, que consiste en “aumentar los impuestos a las centrales nucleares y promover su cierre. De esta forma, el terreno para el discurso de que «no son rentables y nadie quiere invertir en nuevas centrales» está allanado”. Además, García ha destacado que la nuclear necesita muy pocos requisitos de minerales críticos y de espacio, no como otras energías. Y en esta misma línea se pronunció hace unos meses Sama Bilbao, directora general de la Asociación Nuclear Mundial (WNA, por sus siglas en inglés), que aludió a que en 2021, los siete reactores españoles aportaron el 21% de la producción eléctrica, con una potencia instalada de sólo el 6%, lo que representa “una huella física pequeña, usando menos espacio físico que otras energías”.