La industria nuclear española se ha vuelto a reivindicar ante el sectarismo de la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, empeñada en no dar la más mínima oportunidad a la energía nuclear y en cerrar los siete reactores entre 2027 y 2035. Claro que desde la Sociedad Nuclear Española (SNE), su presidente, Héctor Dominguis, le ha recordado que “España no puede permitirse el lujo de perder una energía baja en carbono, estable y no dependiente”.

Dominguis, que a su vez es consejero delegado de GDES (Grupo Dominguis Energy Services, grupo que presta servicios a la industria energética), ha señalado que para que un sistema eléctrico sea competitivo debe cumplir tres condiciones: seguridad de suministro, sostenibilidad de medio ambiental e independencia. Y la nuclear cumple todas ellas: funciona las 24 horas de los siete días de la semana, junto a la eólica es la energía que menos CO2 emite a la atmósfera en todo su ciclo completo de vida, y es muy poco dependiente de factores externos. Por todo ello, la SNE ha pedido la revisión del calendario de cierres de las centrales, llegando a plantear que se alargue su vida útil, al menos, a 60 años y el uso de nuevas tecnologías que están en proceso de desarrollo (reactores modulares pequeños -conocidos como SMR- y proyectos de fusión); y también han reclamado que se fije un marco fiscal adecuado, porque “cualquier industria sujeta a la misma presión fiscal no podría soportarlo y cerraría”.

La nuclear soporta una presión fiscal del 50-60% sobre sus ventas y algunos impuestos son redundantes. Esa fue la razón de que en 2020 funcionaran a pérdidas

En concreto, dicha presión fiscal supone unos impuestos del 50-60% sobre ventas y algunos son redundantes, algo que ya expuso el año pasado el expresidente de la SNE y director general de la ingeniería Tecnatom, Jesús Guerra, como causa de que las nucleares funcionaran a pérdidas en 2020 (y en 2021 sólo se salvaron de cerrar en números rojos por el encarecimiento de la luz). Además, dicha presión fiscal también la ha criticado en más de una ocasión Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, señalando que a día de hoy no parece factible que se construyan nuevos megavatios nucleares en nuestro país por el cierre acordado (por lo que los de Trillo serían los últimos) y porque no es rentable debido a la asfixia fiscal que soporta dicha energía.  

“Técnicamente no va a ser factible prescindir de la nuclear”, ha subrayado Dominguis. En primer lugar, por la independencia energética que proporciona, haciendo que “el mix no se vea afectado por factores geopolíticos”. Segundo, por el tema de la sostenibilidad medioambiental, aunque Ribera, gran enemiga del CO2, prefiera mirar para otro lado: la nuclear es la energía que menos CO2 emite a la atmósfera. Y tercero, por la propia evolución del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que prevé el cierre progresivo de las nucleares y el crecimiento de las renovables, pero este último no se está cumpliendo como se planificó y “ningún país contempla un 100% de su suministro eléctrico vía renovables”. Un plan que “es revisable”.

En 2021, los siete reactores españoles aportaron el 21% de la producción eléctrica, con una potencia instalada de sólo el 6%, lo que representa “una huella física pequeña, usando menos espacio físico que otras energías”, ha destacado Sama Bilbao, directora general de la Asociación Nuclear Mundial

Dominguis ha recordado algunas de las cifras más destacadas de la nuclear en España, esas que Ribera prefiere no tener en cuenta al insistir en el cerrazón de los reactores, mientras Europa rectifica y los impulsa, y la propia comisaria europea de Energía, Kadri Simson, no está contra la nuclear ni contra el gas. En 2021, los siete reactores españoles aportaron el 21% de la producción eléctrica, con una potencia instalada de sólo el 6%, lo que representa “una huella física pequeña, usando menos espacio físico que otras energías”, ha destacado Sama Bilbao, directora general de la Asociación Nuclear Mundial (WNA, por sus siglas en inglés). Así la nuclear se colocó como segunda fuente de generación más importante del mix energético, tras diez años liderándolo, produciendo el 30% del total de la generación libre de emisiones y evitando las emisiones de más de 20 millones de toneladas de CO2: le adelantó la eólica, con el 23% de producción, pero, eso sí, con una potencia instalada cuatro veces mayor (25%). Además, dichos reactores estuvieron disponibles 7.597 horas, lo que supone un factor de operación del 87%, muy superior a otras tecnologías. “Con estos datos, es imprescindible que la nuclear siga formando parte del mix energético español”, ha subrayado el presidente de la SNE. Y no se puede olvidar que la industria nuclear española genera 20.000 puestos de trabajo cualificados, tanto directos como indirectos, y 30.000 si se tienen en cuenta los inducidos... teniendo en cuenta que España es la campeona europea del paro no es para tirarlos por la borda en unos años.

Sama Bilbao ha referido que en el último año se está reconsiderando la nuclear como parte del mix energético en muchos países, pero no sólo es capaz de producir luz baja en carbono, sino que también puede contribuir con otros usos en procesos industriales o en el transporte a gran escala, así como en los sistemas de calefacción y enfriamiento de los edificios, o en la producción de hidrógeno, entre otros. Eso sí, considera que tanto los impuestos como los incentivos deberían ser neutrales y reconocer los atributos e impactos de todas las enegías, destacando que el papel de respaldo en la operación de la nuclear (tiene que estar lista siempre para proporcionar energía, sobre todo, cuando hay menos sol y no hay viento) debe estar reconocido.