La alabada como gran intelectual del feminismo, una vergüenza de señora, Simone de Beauvoir, enalteció a la ahora fallecida Brigitte Bardot porque, en pocas palabras, la actriz hacía lo que le venía en gana. Es decir, porque era una fémina basta, un animalito que presumía de divorciar amor y sexo, que abandonó a su único hijo porque no le apetecía ser madre. Y eso, según Beauvoir, otra edificante perla feminista, es lo que tiene que hacer toda mujer para liberarse del yugo patriarcal. 

Todo en el feminismo, desde sus inicios hasta hoy, suena a estafa. Bardot no tenía instinto maternal... porque la maternidad no es ningún instinto: es el acto de entrega más grande que se le presenta a toda mujer a lo largo de su vida. La mayoría de ellas se compromete, más o menos, y entregan su vida a sus hijos. Otras deciden que no, deciden por ejemplo, no tener hijos. No porque adopten otro tipo de compromiso sino porque no quieren complicarse la vida. Vale, son libres para hacerlo pero, por favor, no me vendan esto como una liberación. No es más que prosaico egoísmo.

En la estrella francesa todo resulta tan evidente que el mero hecho de mostrarlo se convierte en un notición... porque lo que se ve siempre, nunca se ve. Bardot era, repito, una mujer egoísta incapaz de adorar otra cosa que a sí misma, y que cuando su ausencia de compromiso ya no sólo revolvía las conciencias sino también los estómagos, se inventó la causa de defensa de los animalitos. 

¿Cuándo se darán cuenta las mujeres de que la insuperable grandeza de la feminidad estriba en su consciencia, casi nativa, de que la vida hay que llenarla... y de que no se puede llenar con basura? Los animales son muy monos pero no llenan una vida, no pueden saciar.

Brigitte Bardot me recuerda a otra mujer alabada por el feminismo en particular y por los progresistas en general: María Montessori, quien para enseñar a un mundo machista cómo había que educar a los niños decidió... abandonar a su propio hijo. Estaba muy ocupada regentando la educación de los niños de los demás.

La muerte de Brigitte me recuerda un sucedido que se adjudica a Teresa de Jesús, una señora con mucha inteligencia, mucha sensibilidad y muchos redaños. La de Ávila, reñía a Cristo porque un conocido suyo se había suicidado tirándose al río desde un puente. Por tanto, presumía la doctora de la Iglesia, se había condenado. Cristo le respondió:

-Teresa: entre el puente y el río, estaba yo.

Descanse en paz, Brigitte Bardot.