Mientras los voceros de López Obrador, el demagogo, hipócrita y miserable tirano izquierdista mexicano, sigan alimentando la leyenda negra contra España, en Hispanidad seguiremos recordando la verdad de la liberación de México, por Hernán Cortés, uno de los grandes personajes históricos que ha dado España y al que ahora se calumnia... en México con los insultos de López Obrador y con el silencio del Gobierno Sánchez, que no deja de ser otro triste entusiasta de la leyenda negra... anti-española.

La evangelización española de México acabó con la tiranía azteca, una de las más crueles y perversas, en verdad demoniaca, que ha sufrido la humanidad

Ejemplo entre muchos: el indigenista majadero Marcos Moctezuma (con ese apellido, el pobre está predestinado a decir estupideces) ha justificado en El País el canibalismo ritual azteca y sus centenares de miles de víctimas, del que tanto se enorgullece López Obrador, por "razones religiosas". Eso lo justifica todo, claro está. 

¿Lo cogen? El español Hernán Cortés era un genocida ávido de oro, pero el pobre Moctezuma no era sino un pío adepto a la religión azteca que consistía en los sacrificios humanos permanentes y el canibalismo. Así, se les arrancaba el corazón en vida a los vencidos -también sentían obsesión por los niños- para ofrendarles a sus dioses esa víscera carnal, además de la sangre de los sacrificados. Ojo, el corazón se lo arrancaban en vida porque de otra forma, la cosa no resultaba divertida y para que los ídolos pudieran ser ofrendados, y ellos alimentados, con carne bien fresquita, recien cortada.

Estas eran las prácticas que Hernán Cortés combatió, abolió, prohibió... y para mí que hizo muy requetebién. Pero escuchémoslo en boca del historiador Marcelo Gullo. Nuevamente acudo a ese libro estupendo, Madre Patria, que, desgraciadamente no ha sido escrito por un historiador español sino por un argentino, Marcelo Gullo. 

Y es que hay artículos que escribe uno y otros que casi te dan hechos. Ahí va: 

"Cuando Hernán Cortés emprendió el asalto final a la capital azteca, acompañado de 300.000 indios enemigos de los aztecas, habían pasado tan solo 34 años desde la masacre de 1486, que costó la vida a 70.000 indios dominados por el imperialismo azteca. Sin embargo, los historiadores 'negrolegendarios' no se paran a pensar cuántos de esos 300.000 indios que acompañaban a Cortés en el asalto final a Tenochtitlán eran hermanos, hijos o nietos de las 70.000 víctimas de los aztecas. Recordemos, además, que la masacre de Tenochtitlán no fue la única y que, hasta el último día de su existencia, el Estado azteca continuó sacrificando seres humanos en sus templos. Si se piensa un minuto en ese pequeño detalle, se comprende fácilmente por qué le resultó tan 'sencillo' a Cortés reclutar y comandar ese formidable ejército indio. Para ellos, la caída de Tenochtitlán tuvo el mismo significado que muchos años después tendría para las víctimas del holocausto nazi la caída de Berlín en 1945. Para los parientes de los 70.000 víctimas, Cortés no estaba conquistando México, sino liberando México de la más terrible dominación que haya existido en la historia. Admirar el imperialismo azteca por la fabulosa construcción de sus pirámides es equivalente admirar al imperialismo nazi por la fantástica construcción de las magníficas autopistas de Alemania".

Y por cierto, la única religión que respeta a la mujer es el cristianismo. No comparo ahora el cristianismo con el islam sino con las religiones precolombinas. En ellas, recuerda Gullo, la mujer era un mero objeto de intercambio. Si no me creen, continúen leyendo a este historiador: 

"El despotismo bajo Moctezuma era peor que en los más envilecidos estados de África. Las mujeres eran un poco menos que mercancía. Los reyezuelos y los caciques disponían de ellas a su antojo y para hacerse presentes. No solo entre los aztecas, también entre los incas, el monarca hacía acopio de vírgenes hasta en número de 700, para tomar de allí concubinas. Y como todos los valores estaban envilecidos, a este género de prisiones se les llamaba 'conventos'. Las reservas femeninas de Moctezuma ascendía a unas 1000, más o menos. Una vez elegida por el cacique, una de estas mujeres ya no podía casarse ni ser de otro. A menudo, ni el mismo Inca o cacique volvía verlas. El que se atrevía cortejar a una de estas infortunadas, que, sin embargo, eran las más bonitas de la raza, perdía la vida y su familia era también exterminada. Imagínese la clase de problema que podía derivarse de este sistema de eugenesia. No faltan, sin embargo, agentes del comunismo contemporáneo que en México y en el Perú suspiran por los métodos del comunismo indígena". ¿Por qué será? 

En resumen, "el lazo que unía a Moctezuma con sus feudatarios era de terror. Cada rey comarcano dejaba en calidad de redes en la capital a hijos, parientes, amigos".

Curiosamente, estos pequeños detalles no se les explican a los miles de turistas que cada año llegan a México y contemplan la gran pirámide de Tenochtitlán. No sé por qué será.

El indigenismo, con toda su mezcla de desprecio por el ser humano y en especial por la mujer, ha regresado y se extiende por todo el continente hispano, desde Río Grande a la Patagonia. 

La mujer era un objeto: "las reservas femeninas de Moctezuma ascendían a unas 1000, más o menos. Una vez elegida por el cacique, una de estas mujeres ya no podía casarse ni ser de otro. A menudo, ni el mismo Inca o cacique volvía verlas"

Y así, nuestra reina española del feminismo, la ministra Irene Montero, sigue con la boca abierta ante la evolución del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, que está pergeñando una nueva constitución indigenista. Es un progresista de tomo y lomo. Por tanto, lo de arrancarles el corazón a los adversarios políticos -eso sí, por motivos religiosos- seguramente no le llegue, pero lo del harén multitudinario y exclusivo podría gustarle. Todo muy feminista. Irene, como buena seguidora de la leyenda negra antiespañola, le admira.

Cosas que pasan en este siglo de chiflados convertidos en estadistas de talla global: Andrés Manuel López Obrador, mejor dicho AMLO, sin ir más lejos.