Sr. Director:
Como  sacerdote mayor, me ha producido pena y malestar, la postura crítica-que no de rebeldía e insumisión-que, según los medios, han tomado una parte del clero vasco -170 párrocos- para con el nuevo obispo de S. Sebastián, monseñor Munilla.

 

Jubilado y con la mesura que dan los años, trato de hallar explicación lógica, que no justificación, a este insólito proceder clerical.

Puntualizo: Dentro de un grupo de más de 600 curas,  170 no son  la mayoría del clero vasco, fieles  al Papa y Jerarquía. El tema, ni es baladí, ni para rasgarse las vestiduras. Mal ejemplo han dado a los fieles, al propasarse en sus exigencias. Ellos bien saben que la Iglesia no es democrática. Las decisiones son del Papa, que bien informado nombra o cesa en sus cargos a todos los obispos.

Quizá el ambiente en que nació la vocación, formación y ministerio  pastoral de estos curas, no fue  propicio, dadas las circunstancias sociopolíticas del pasado. Sufrieron la dictadura franquista, persecuciones y algunos hasta privación  de libertad en cárceles, conviviendo años y años bajo la férula etarra.

Si a esto se añade la presión social,  el miedo y represión policial, he aquí el  caldo de cultivo para el nacionalismo. En los años del post Concilio, brotaron con fuerza la teología de la liberación y la secularización, causando estragos por doquier.

Lo más doloroso de todo, ha sido el escándalo dado a los débiles en su fe. Con las nuevas levas de sacerdotes jóvenes, cambiará radicalmente el panorama. Oremos hermanos.

Miguel Rivilla San Martín