La famosa reforma de personal y salarios del ministro de Defensa, José Bono, se ha venido al pueblo español como sólo él sabe hacerlo : estupendamente bien. La idea es que los salarios de los militares han subido lo que no habían suido en toda la etapa democrática, cuando eso es mucho, y la reforma de personal aún ha resultado más engañosa. Aunque Bono repita que con su reforma un soldado español pude llegar a general, lo cierto es que ha impuesto una reforma que aumenta la arbitrariedad, aún más, a la hora de cubrir plazas. Eso obligará a los militares a ser aún más dóciles al ministro, del que dependen sueldo y carrera profesional.

Pero lo gracioso, por decir algo, es que Miguel Ángel Moratinos se ha plantado ante sus subordinados en el Ministerio de Asuntos Exteriores y ha creado un equipo de trabajo para aplicar la misma reforma, los mismos criterios a la carrera diplomática. Hasta los encargados de hacer la adaptación han puesto el grito en el cielo. Los diplomáticos consideran que lo que es válido para el Ejército no lo es para la cancillería. Especialmente, si introduce los elementos de arbitrariedad en promociones, traspasos, destinos, etc., que Bono ha introducido en la milicia. La carrera diplomática está casi tan reglada como el Ejército. Bueno, al menos hasta que llegó Bono.

Los diplomáticos ya sufrieron el impacto de la llegada de la ultrafeminista Leyre Pajín, la secretaria de Estado de Cooperación Internacional, quien entró en el Ministerio como un elefante en una cacharrería, con el siguiente grito de guerra: No quiero ni hombres ni diplomáticos.