Decíamos ayer que Juan Pablo II tenía razón: la guerra de Irak nunca debió comenzar, era una guerra injusta y a la vista están los resultados. José María Aznar nunca debió apoyar a George Bush.

Ahora bien, eso no justifica a la izquierda española, al menos a sus dirigentes políticos -seguramente muchos de los manifestantes eran sinceros en su oposición a la misma-  que se opusieron a la guerra de Iraq para su propia conveniencia. Los socialistas manipularon la contienda iraquí y la siguen manipulando, entre otras cosas porque Aznar no metió a España en la guerra sino en la postguerra. El coste de la guerra lo han pagado el pueblo iraquí y los soldados norteamericanos, que nuevamente han dado su vida por la libertad de otros pueblos aunque lo cierto es que -porque era una guerra injusta- no han conseguido el objetivo de liberar a los iraquíes.

Fue Bush quien cometió la barbaridad, no los marines USA, como fue la cúpula del PSOE quien manipuló la guerra en su provecho, no los manifestantes que les secundaron.

De igual forma, no es incompatible la oposición de Juan Pablo II a la contienda con la reacción que la agencia Zenit describe ahora ante la realidad norteamericana: monseñor Shlemon Warduni, obispo auxiliar de Bagdad de los Caldeos, asegura que los marines no deben marcharse sin haber conseguido ni la pacificación ni la democratización de Irak. Ya sabe de qué habla, porque en el enfrentamiento eterno entre sunitas y chiítas, son los cristianos iraquíes los que salen malparados, los únicos que no son violentos y los únicos que son odiados por las dos escuelas de musulmanes en liza, ambos cristófobos. Los únicos, en suma, a los que nadie defiende.

Ha sido una guerra injusta sí, que deja Irak, si no peor que con Sadam Husein, sí en un caos de terrorismo y sangre. Tenía razón Juan Pablo II y tiene razón monseñor Warduni.

Eulogio López

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