El domingo 20 de marzo Hispanidad.com cumple nueve años de vida. Nacimos en 1996, apenas llegó la red de redes a España. Hispanidad fue creciendo poco a poco, pero no conviene que crezca demasiado, pues eso sería su perdición. Cuando de información hablamos, la libertad es inversamente proporcional al tamaño. 

¿Por qué Hispanidad? Es la pregunta más habitual, que casi fuerza la respuesta más habitual en esta tesitura: ¿Y por qué no?

Decíamos en nuestra edición del jueves 17 que la gran obra de España, su verdadera esencia como país o como patria, que tanto da, es la evangelización de América, porque lo que España ofreció al Nuevo Mundo fue su fe. Lo demás, resulta secundario.

Coincide este cumpleaños con la consolidación del periodismo internetero y con el ataque conjunto, al menos en España, de Gobierno y señores de la prensa contra los llamados confidenciales de Internet. La razón es muy simple: los periodistas que quieren librarse del poder mediático y hablar con libertad de los poderosos de la política, la economía y, especialmente, de los señores de la prensa, tienen que acudir a Internet. La concentración empresarial continuada de los multimedia en todo el mundo no puede tolerar la prensa independiente. Hoy, la prensa independiente no es otra que la pequeña, ojo, pequeña, prensa internetera. Todo lo demás es el Sistema, lo políticamente correcto, con su artificio pluralista.

Pasando de la estructura empresarial a los contenidos, lo mismo ocurre con el Cristianismo. Hoy, en el universo mediático, se puede hablar de todo, de cualquier cosa, menos de Cristo. Eso está prohibido. Si acaso, de Cristo como fenómeno social, de la práctica religiosa como fenómeno estadístico o de la Iglesia como fenómeno polémico. O sea, de cualquier fenómeno, menos de Dios.

Llevo un cuarto de siglo en redacciones y mi experiencia como periodista es que sólo en Internet he sido libre. Internet es Liliput, el mundo de los pequeños, el que iguala a todos ante la realidad.

Expongo una anécdota que lo explica todo mejor que mis palabras cansinas. Hubo un momento, cuatro años atrás, en que me entró la obsesión por crecer. Se suponía que Hispanidad había alcanzado un techo (luego se vio que era mentira, a pesar de que se multiplican los competidores) y que, por tanto, era el momento para lanzar astutas operaciones de capital riesgo que engrandecieran un producto casi doméstico. Por aquel entonces, podías identificar Hispanidad como un confidencial preferentemente económico con una parte, digamos de moral, debajo, precisamente el editorial. Pues bien, en uno de esos contactos se me cayeron las escamas de los ojos. Un muy importante banco, para ser más exactos su filial de capital riesgo, me hizo la siguiente oferta: Estamos dispuestos a entrar en el capital de Hispanidad, hasta un límite del 49%. Tú pones el precio. Sólo hay una condición: cíñete a la economía, suprime esos artículos tan doctrinales. Fue entonces cuando comprendí que lo mejor que podía hacer la microempresa editora de Hispanidad era, precisamente, no crecer.

Sigo pensando lo mismo.

Eulogio López