Empecemos con el dato: el diputado Alberto Garzón, de Izquierda Unida, anhela dos cosas. En primer lugar, convertirse en califa en lugar del califa, es decir, desbancar a Cayo Lara -al que aún se le nota el pelo de la Dehesa-, para convertirse en el nuevo líder del comunismo español.

Y lo segundo que pretende Garzón es fusionar al PCE -es decir, a Izquierda Unida- con Podemos. Cayo Lara dice que es una estupidez, porque con Pablito Iglesias hay viento de fondo y las fusiones paritarias no existen: sería una absorción del partido comunista por Podemos. En todo caso, un Frente Popular.

Hoy es 18 de julio y se conmemora el alzamiento -o golpe militar, me es igual- del general Franco contra el Gobierno de la II República, que 'inauguró' la guerra civil española. Las causas fueron dos: la cristofobia de la II República, que atentaba contra un pueblo español para el que lo más importante era su fe, y el enfrentamiento social y la falta de obediencia a las instituciones. La figura del miliciano es clave: grupo que se arrogaba el poder en la calle, no en la Administración. Si la II República hubiera dejado en paz a la Iglesia, Franco no hubiera ganado la guerra. Y si los milicianos socialistas, comunistas y anarquistas no hubieran impuesto en la calle la ley de la selva... Franco no hubiera ganado la guerra. Cuando el desorden amenaza a la libertad, el personal busca el orden.

Y ahora es cuando recuerdo que amigos y lectores de Hispanidad me preguntan, y critican, por qué hablo tanto del peligro de guerra civil en España. Pues hablo porque pienso que vivimos un ambiente que mezcla la tensión guerracivilista con un abotargamiento general que corre el riesgo de terminar en desesperación. Porque percibo en España una cristofobia creciente (es cierto que la fe del pueblo español actual no es la de 1931) ¿y por qué percibo el mismo 'ambiente Podemos: es decir, yo no hago caso al poder porque yo soy el poder y lo ejerzo en la calle.

Podemos es un anti, es el voto del cabreo, es el voto por fastidiar. Ya he dicho sobre Pablo Iglesias que es un tipo que apunta bien en el diagnóstico pero marra en la terapia, como suelen hacer todos los especialistas que capitalizan el cabreo circundante.

Iglesias es la espuma de un magma que se refleja hasta en las cuestiones más prosaicas. Por ejemplo (ver imagen), alguien ahí colocado, en un banco del barrio de Chamberí a la convocatoria de un mercadillo libre y gratuito para echar las cosas vejas de casa y que sean adquiridas, o tomadas, por el que los necesita. Hasta ahí todo bien, pero hasta este hecho tan inocente, tenía que ideologizarse y la convocatoria termina con un promoción del "poder popular".

Sí, es una nimiedad, pero muy ilustrativa. Significa que cada vez hay más españoles que no aceptan la democracia porque no es el gobierno del pueblo. El gobierno del pueblo, para Pablo Iglesias o Garzón, es lo que dicen ellos, que son los auténticos representantes del susodicho pueblo.

La guerra civil que vislumbró España no es la de 1936, en trincheras contra trincheras. No, nos hemos vuelto muy cómodos para eso. La guerra civil, que vislumbró en los predios de Iberia, es la de unos todos contra todos, laicista -es decir, anticlerical y violenta con la Iglesia- en un clima de acracia social y nihilismo existencial -o sea, amargura general- donde impere la ley del más fuerte. Del más fuerte en el plano físico, es decir del más violento. Leyes justas que no se cumplen, leyes inicuas que se cumplen a la fuerza, vandalismo y chulería callejeros, imposición de normas de conducta que repelen a muchas conciencias, todo ello amparado por una economía financista que reduce la pequeña (ojo, la pequeña) propiedad privada a su mínima expresión.

Y si quieren una prueba más les recordaré que el español de hoy no teme al terrorismo, sino al gamberrismo. Por algo será.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com