El caso de Grecia no demuestra la solidaridad europea sino la barbaridad de igualar una moneda sin homologar renta per capita, fiscalidad e inflación.

Por ejemplo, los españoles cobramos la mitad que los holandeses y alemanes pero compramos a precios europeos: un desastre.

Pero también demuestra la doctrina imperante en el mundo financiero, parásito de la economía aunque se nos venda como motor de la misma. Esa doctrina asegura que una empresa puede quebrar pero un banco no, y un país mucho menos. La pregunta es: ¿Y por qué no?

Recuerden que la entrada en el euro significa la pérdida de soberanía monetaria por parte de los países. Grecia no puede fabricar dinero, no porque genera inflación, sino porque ha cedido ese poder a un tal Jean Claude Trichet, con despacho abierto en Francfort.

Grecia tampoco puede, por tanto, devaluar su moneda, y, a la postre, la homologación monetaria en el euro ha favorecido, principalmente a los países ricos. Sencillamente ha igualado a los desiguales a la hora de pagar pero no a la hora de cobrar.

Por tanto tiene razón la canciller Ángela Merkel cuando duda -aunque ya la han convencido- sobre si ayudar a Grecia y no la tiene cuando se le recuerda que la unificación monetaria ha resultado un chollo para Alemania, Holanda y Francia, pero no para Grecia, España o Portugal.

Por lo demás, capitalismo consiste en que si un banco quiebra, se le debe dejar quebrar. Se protege a los depositantes con un cantidad (la española de 100.000 euros está bastante bien) y punto.

¿Y si un país quiebra? Pues exactamente lo mismo, porque el concurso de acreedores soberano no significa dejar de pagar a funcionarios y pensionistas (aunque podría significarlo) sino dejar de atender el servicio de la deuda, haciendo, precisamente, lo mismo que hacen las familias cuando entran en quiebra: vender, alquilar o empeñar propiedades para pagar las deudas y reducir el tren de vida. El villano como el señor, la multinacional como los autónomos, el sector público como el privado.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com