Los sumarios hacen historia, especialmente, desde que nadie cree en la verdad y, como el hombre no puede vivir sin certeza, acaba por ajustar la verdad a sus caprichos y no acepta otro argumento de autoridad que las sentencias judiciales.

El caso es que los sumarios hacen historia. Vuelvo a comparar, como ayer, al juez Fernando Ferrín con el juez Baltasar Garzón, humilde uno hasta la extrañeza, ególatra el otro hasta la locura.

El juez Ferrín se opuso a que dos lesbianas prohijaran a una niña, fue condenado, machacado, neutralizado y desautorizado, que es lo peor para un juez. Ferrín Calamita estaba poniendo el dedo en la llaga social. Verbigracia: leo en el diario de mi pueblo, La Nueva España, el caso del primer asturiano con dos madres biológicas. Porque  si no se pone coto, como pretendía Ferrín, a la barbaridad, la barbaridad no sólo se normaliza sino que se multiplica. Ojo al dato: el pobrecito se llama Nel, nacido de dos lesbianas, una de las cuales ha donado el óvulo, la otra el vientre. La aportación masculina ha venido en forma de esperma no se sabe quién. Todos felices, porque el pobre Nel todavía no se ha enterado de lo que se le viene encima.

Vamos con Garzón. La convocatoria antifascista de la Complutense, tan emocionante, es la viva imagen de que Garzón y Zapatero han declarado la guerra civil fría, 70 años después de que terminara la caliente. No se pierdan el correo que nos hace llegar un lector así como el primoroso artículo de El País, un periódico que, como buen progresista, camina hacia atrás, hacia 1931. Y para quien quiera saber más sobre los presuntos crímenes del ex secretario general del PCE, acaba de publicarse una obra imprescindible: El libro negro de Carrillo, de José Javier Esparza.