Centenares de niños están gordos. Lo ha dicho la tele. No pretendemos que la gente no coma dice el Gobierno-, ni obligarla a seguir un régimen, pero deben ustedes considerar que la obesidad provoca muchas enfermedades, y que eso ocasiona un peso insoportable sobre el erario público, por lo que se hace imprescindible promover una alimentación sana, gimnasia extra en las escuelas y campañas de concienciación (¡maravillosa palabra que regresa al foro público tras años de ausencia!). No obligamos a ser delgados y tener un cuerpo Danone... pero casi. O esbeltez o exclusión social.

El tabaco es muy nocivo. No le vamos a prohibir fumar, pero sí le advertimos que se trata de un vicio nefando que grava el presupuesto público dedicado a Sanidad, amén de provocar enfermedades de todo tipo entre los fumadores pasivos. Por tanto, vamos a subir los precios hasta convertir el tabaco en un artículo de lujo, Fornicar todo lo que quiera, pero fumar jamás. Tampoco le vamos a decir qué sexo deben tener los científicos. Ahora bien, considerando la discriminación que sufre la mujer en el ámbito laboral, nosotros, el Gobierno, consideramos que si quiere usted, universidad, hospital o lo que sea,  que le financiemos un estudio de investigación, lo mejor es que en su equipo haya más mujeres que hombres.

No le vamos a decir qué empresa tiene usted que fundar o dónde debe trabajar. Pero debe considerar que el que contamina paga, porque está usted maltratando a la naturaleza y destruyendo el ecosistema, la capa de ozono y algún otro componente esencial para la vida en la madre tierra. Por tanto, le vamos a prohibir determinadas actividades, por ejemplo a la hora de generar energía, y vamos a encarecer la vida, todo sea en beneficio del planeta, que, como creo haber dicho antes, es madre.

No le vamos a decir cómo debe usted organizar su vida profesional, pero convendría que sus contrataciones se guiaran por la máxima de la paridad sexual. La discriminación positiva no es favoritismo, pero la mujer lleva 4.000 años marginadísima, por lo que se hace necesario compensarla. Por tanto, en sus empresas debe haber tantos directivos como directivas. Usted puede no hacerlo, pero además de arriesgarse a la reprobación social, así como a alguna que otra denuncia sindical, si lo hace le premiaremos, por ejemplo fiscalmente, pero si se niega le gravaremos, por ejemplo fiscalmente.

En definitiva, usted puede pensar y decir lo que quiera, pero si se acoge al consenso social, es decir, a lo políticamente correcto, le irá mucho mejor. Y lo políticamente correcto no es más que la muerte de la libertad. Porque una de las libertades más importantes es el derecho a ser diferente. Y otra, aún más relevante, el derecho a no serlo.

Por lo general, todo el progresismo moderno tiende a pregonar la libertad pero una libertad que, al parecer, debe ser defendida constantemente con la norma y con la moda. Por ejemplo, el mudo empresarial sobrevive ahora en una selva de códigos de buen gobierno, responsabilidad social corporativa, acción social, paridad de género, respeto al medio ambiente. Los empresarios deben rodearse de consultores fiscales, de auditorías, de recursos humanos, de comunicación, y ahora, también de la mencionada responsabilidad social corporativa. Toda una serie de burócratas intermediarios que, en nombre de la libertad y de muy nobles principios, ahogan la libertad de los que producen algo útil.

El mundo informativo e intelectual vive prisionero, además de todo lo anterior, del otro tipo de intermediari los intermediarios de los derechos de autor, una verdadera selva que, en nombre de la remuneración de la creatividad está ahogando la creatividad (y de paso forrándose violentamente).

Esto es lo que se llama una sociedad complicada que, en el fondo, le tiene mucho miedo a la libertad. Por eso se mueve tan a gusto entre la burocracia y la intermediación, lo dos elementos más liberticidas de la sociedad moderna, una sociedad muy simple y muy complicada; poco sencilla y poco compleja.