La situación de cierto estancamiento en Afganistán e Irak también minaba la popularidad del presidente, así como los últimos escándalos filtrados sobre la prisión de Guantánamo.
La noticia del abatimiento del líder de Al Qaeda, Osama Ben Laden, no ha sido solamente una información que miles de norteamericanos estaban esperando desde hace una década, sino también una bombona de oxígeno a la maltrecha popularidad del presidente norteamericano. El nobel de la Paz ha hablado de la operación y ha destacado una operación en la que "un pequeño grupo de estadounidenses ha llevado a cabo la operación con extraordinario coraje y capacidad" y "después de un tiroteo, han matado a Osama ben Laden y han tomado la custodia de su cuerpo".
De esta manera, el presidente Obama ha anunciado ante sus compatriotas la muerte de Ben Laden y ha acabado con una de las pesadillas de la lucha antiterrorista norteamericana. Pero sabe que este hecho quizás es el comienzo de una nueva escalada de atentados. Y mientras tanto, Obama podrá así recuperarse en su popularidad -en abril, sólo el 47% de los estadounidenses aprobaba su labor, siete puntos menos que en el mes anterior-, debido a la grave crisis que está padeciendo el país. Pero no sólo la crisis ponía en entredicho su labor, sino que el estancamiento de la situación en Irak y Afganistán, así como los últimos escándalos filtrados desde Wikileaks sobre la prisión de Guantánamo, también habían hecho mella entre sus votantes, por el incumplimiento de una de sus promesas.
Ahora habrá que esperar que, como ha manifestado el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, el padre Federico Lombardi, su muerte "no sea una oportunidad para un mayor crecimiento de odio, sino de paz".
Juan María Piñero
juanmaria@hispanidad.com