La directora italiana Alice Rohrwacher creció en la Toscana, en una zona donde el tráfico de antigüedades robadas era una práctica habitual, debido a la existencia detombaroli”,  ladrones de antiguas tumbas. Esa es la parte curiosa de este film, este tráfico ilegal que se puso de moda después de la Segunda Guerra Mundial en Italia y otros países, cuna de antiguas civilizaciones. En este relato cinematográfico se ubica en concreto en Etruria, donde se encontraron los principales restos de los Etruscos. En ese escenario el protagonista es Arthur, un joven arqueólogo, inglés o irlandés, que forma parte de una de esas bandas  de “tombaroli”. Mientras éstos últimos sólo aspiran a encontrar el botín de su vida que le saque de su miseria, Arthur persigue el ideal de reunirse con Benjamina, la mujer que perdió en el pasado.

Sin duda original en su planteamiento, por un lado es poética por esa busca de un sentido de la vida de Arthur frente a los motivos más pragmáticos de sus rudos compañeros de faenas arqueológicas, sin olvidar la denuncia de un mercado de arte paralelo al oficial al que no le importan los métodos utilizados para conseguir esa piezas arqueológicas.

Sin embargo, la plasmación en la pantalla es excesivamente larga, 130 minutos de metraje, lo que se traduce en secuencias que poco aportan o que retrasan la trama principal de la película y que conlleva que se pierda el ritmo en diversas ocasiones del desarrollo 

Dirigida por Alice Rohrwacher, cuenta al frente del reparto con  Josh O'Connor (conocido por la serie televisiva Los Durrell) que encarna al protagonista, a ese joven perdido que busca una quimera, algo que desea recuperar pero nunca encuentra, de ahí que indague por todas partes, incluso penetrando en la tierra, decidido a encontrar la puerta que lleva al Más Allá.

Para: los que les interese el mercado del arte ilegal y, en general, les agraden las películas de argumento original.