Los desórdenes callejeros por problemas económicos forman parte del paisaje francés, así que ya no asusta nadie. Casi más grave que los 3 millones de jóvenes franceses que se echaron a la calle contra el decreto del primer ministro Dominique Villepin está previsto, y, como dicen los analistas, descontado. Simplemente, Villepin sabe, como todos los gobernantes europeos, a los que no les cuadran las cuentas públicas por el envejecimiento acelerado de la población, que la UE está forzada a elegir entre el despido libre con salarios dignos o el empleo seguro más o menos seguro- con salarios de subsistencia, especialmente para los jóvenes.
Villepin ha elegido el despido libre por dos años sin tocar los salarios al alza, y se le han rebelado todos los descontentos, por razones laborales o por cualquier otra razón, que viven en Francia, y cuyo número suele coincidir con el censo de población.
Pero es que no sólo es en Francia. Las movilizaciones en París han ocultado que los funcionarios británicos tampoco están dispuestos a aceptar que la edad de jubilación otra de las medidas urgentes para salvar las cuentas del estado del bienestar- pase de 60 a 65 años de edad.
En España, un gran reportaje del diario El País aseguraba que 4,3 millones de inmigrantes, hablamos de los legales, están salvando y salvarán en el futuro, el sistema público de pensiones, con su trabajo, a pesar de que cobran un 40% menos que los españoles.
Lo lógico sería optar por el despido libre a cambio de salarios dignos. Porque en España, al igual que en otros países periféricos de Europa se cobra muy poco. Así, UGT de Cataluña acaba de de publicar que los jóvenes camareros, dependientes o vigilantes privados no llegan a los 1.000 euros al mes. Es decir, que la mitad de los jóvenes menores de 30 años viven con unos ingresos más próximos al salario mínimo -541 euros brutos al mes- que otra cosa. Un salario con el que no se puede formar una familia.
El camino está claro, pero las resistencias son muchas. Y mientras no haya flexibilidad laboral no se producirá desempleo, como afirman los obreros: lo que se producirán son contratos temporales, empleo precario y salarios de subsistencia.