Sólo tiene que contemplar el presente vídeo. Breve pero enjundioso. El comunista Enrique Santiago lo cuenta todo. En sus palabras tienen las fases para destruir cualquier tipo de independencia judicial frente al Gobierno, y frente al poder. Y saben que no les tengo cariño a los jueces, porque solo creo en la justicia divina, que no en la humana. Además, en los tribunales de Dios no hay abogados, ni fiscales, y tan sólo un juez que no necesita prueba: un verdadero chollo para los amantes de la justicia. 

Enrique Santiago es un comunista que no esconde su condición totalitaria. Bueno, salvo cuando habla de democratización de la justicia. Pero, en cualquier caso, la justicia comunista consiste en eso: en disponer de jueces de probada fe comunista que acepten los dictados del poder, es decir, lo políticamente correcto, pasados por el filtro de unas oposiciones teledirigidas por el Gobierno y, ojo, con un código de castigo en el caso de que no cumplan su cometido. Es decir, que sus fallos y sentencias no coincidan con el poder.

No se lo tomen a broma, porque Santiago no lo hace. Es él quien ha iniciado la "movilización popular", concepto que tiene su aquel. Ejemplo, los manifestantes ante las puertas del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en la tarde noche de ayer convocados por Sumar y Enrique Santiago, contra la justicia franquista y reaccionaria, no pasaban de 50, pero tuvieron cabida en los telediarios. A fin de cuentas, seguían los parámetros que imponía Moncloa.

Ahora bien, la mayoría de los españoles desconoce los funciones del CGPJ así como el por qué no se ponen de acuerdo PP y PSOE para su renovación. 

Insisto: los objetivos del paripé montado por ese gran actor llamado Pedro Sánchez son los periodistas y los jueces. Y no se conforma con controlarlo o con evitar su función de contrapoder: les amenaza. A los periodistas con delitos de odio, por los que te pueden caer hasta cuatro años de cárcel. A los jueces con que tengan que rendir cuentas ante otros jueces y, en cualquier caso, les amedrenta para que no juzguen según ley, sino según lo políticamente correcto. Esto es, según el poder.

Por decir algo, a Begoña Gómez no es que no se le condene en la justicia comunista: es que ni se la instruye un sumario: ¿cómo se atreven?