Decíamos el miércoles, nada más conocerse la carta a la ciudadanía de Pedro Sánchez que el presidente del Gobierno había puesto en marcha un paripé para evitar las críticas de sus opositores y ganarse la adhesión inquebrantable de los suyos: Sánchez amenaza con presentar su dimisión. ¡A que no! Y así ha sido. 

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Nuevamente se repite la escena de la entrevista entre Iñaki Gabilondo y Rodríguez Zapatero en 2008, cuando, en plena campaña electoral, a micrófono cerrado -aunque no estaba tan cerrado-, ZP le confiesa que para ganar las elecciones necesita elevar la tensión, lo que luego se llamaría crispación y polarización.

Ahora es Sanchez quien, con su sorprendente retiro espiritual para decidir si dimitía o no, y habiendo decidido, miren qué cosas, continuar, ha elevado la tensión, por supuesto asegurando que son los demás quienes la elevan y quienes hacen imposible, con sus mentiras y persecuciones, su noble ejercicio de la política. Así que tendrá que tomar medidas, naturalmente liberticidas.

Pero esto no es más que el tópico habitual de Sánchez. Lo malo viene ahora, cuando, en su alocución de las 11 de la mañana del lunes 29 de abril, el presidente del Gobierno asegura, no sólo que continúa en Moncloa, que ya lo sabíamos y salvo los tontos, todos habíamos apostado por ello, sino que, además, anuncia una "regeneración política": pues bien, ¡así comienzan las tiranías! 

El cinismo se convierte en la clave del Sanchismo para esta nueva etapa. Así, el presidente vuelve a mentir: "España respira paz social y vive un bien momento económico". Pero lo peor es: y quien se atreva a negarlo, estará perpetrando un bulo

Y para que quede claro, el presidente asegura, "esto no es un punto y seguido, es un punto aparte": ¡Ay madre! Es decir, que los objetivos a batir por el aprendiz de dictador serán los jueces, los empresarios y los periodistas. Todo aquel que se atreva a hacerle frente. El mismo personaje que ha lanzado una cacería contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, el mismo que ha decretado quienes son los empresarios amigos y qué deben hacer con la publicidad, el mismo que decide quién es periodista y quién es pseudoperiodista, ha decidido iniciar una 'regeneración democrática'. Con esa excusa comienzan todos los dictadores a asfixiar la libertad. Como dicen las redes, Sánchez está madurando. Los objetivos son dos: jueces y periodistas. A la prensa hay que ahogarla económicamente y para eso dispone de los empresarios, que alimentan la publicidad de los medios.

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En pocas palabras: el cinismo se convierte en la clave del Sanchismo para esta nueva etapa. En esa línea, el presidente vuelve a mentir: "España respira paz social y vive un bien momento económico". Pero lo peor es: y quien se atreva a negarlo, estará perpetrando un bulo. El campo ya está maduro para la siega del PSOE.

Otro 'tic' dictatorial. Sánchez "habla de un movimiento reaccionario mundial" que impone miedos, que no se corresponden "ni con la ciencia ni con la realidad": el discrepante es un loco supersticioso y sobre todo, es un ultra. Cuidado con esta vía que es la más peligrosa de todas, la habitual en el pensamiento totalitario: si te opones a mí, no estás actuando con rectitud de intención sino por motivos inconfesables.

Otro 'tic' dictatorial. Sánchez "habla de un movimiento reaccionario mundial" que impone miedos, que no se corresponden "ni con la ciencia ni con la realidad": el discrepante es un loco supersticioso

La esperanza de que Sánchez no consiga llevar a cabo su proyecto totalitario estriba en la reacción de los españoles, claro está, sobre todo de la valentía de jueces, periodistas y empresarios. Ahora bien, también depende de otra cosa: de que los españoles hayan caído en la cuenta de que en estos cinco días de retiro espiritual, Sánchez ha cruzado la frontera del ridículo... que es cuando el poderoso pierde toda su influencia y ya sólo le queda la fuerza bruta. 

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Sánchez sigue... hacia el totalitarismo. En el caso de España resulta especialmente grave, por cuanto podemos llegar al totalitarismo, a través del guerracivilismo.