Sr. Director:
No es fácil hoy en día hablar de Dios; cabría mejor la expresión: no es fácil hoy en día que se escuche a Dios, porque hablar se habla. Y es llamativo que cuanto más se habla de Dios, aunque sea oficialmente la Iglesia, más se le ataca. Y no es suficiente con la indiferencia, sino que se trata de ataques procaces y orquestados contra todo lo que la Iglesia es y representa. No es ya obra de una persona más o menos representativa, son ataques perfectamente calibrados y estudiados que no hacen sino pensar que una potente organización está detrás de estas informaciones y comentarios, y aunque es cierto que no deja de advertirse la mentira y la manipulación que hay en ellos, es cierto también que llegan a través de canales muy determinados y concretos, conocidos particularmente por su sectarismo. Es el poder del mal. Y el mal tiene poder para enfrentarse con el Bien, Jesucristo; lo podemos comprobar en el Evangelio. Y ahí podemos comprobar que el mal siempre sale derrotado. Y hemos de confiar que así será ahora también, aunque sea cuestión de tiempo. “Por esta razón los cristianos podemos y debemos trabajar con los demás hombres para la permanente transformación del mundo.
Nuestra aportación específica no nace de ninguna ideología de este mundo, ni puede tampoco limitarse a los objetivos o a la disciplina de ninguna institución política. Nosotros ofrecemos el testimonio de la fuerza del Dios vivo que nos salva y que nos hace capaces de vivir ya desde ahora el ideal de vida reconciliada y fraterna que esperamos”. Esta es ni más ni menos la meta que nos proponían los Obispos españoles en mil novecientos ochenta y cinco. Como se puede apreciar son palabras que tienen vigencia ayer hoy y siempre