Me preocupan extraordinariamente –apenas duermo por la desazón- las constantes alusiones al Papa Francisco como hombre de mente abierta. Ahora, hasta se anuncia un libro con semejante título. Lo de 'mente abierta' me recuerda el viejo dicho de Chesterton: "Tener la menta abierta es como tener la boca abierta: un signo de estupidez. La mente, al igual que las mandíbulas, sólo se abren para cerrarlas de inmediato sobre algo consistente".
El Papa Francisco no tiene la mente abierta, lo que ocurre es que no encaja en los esquemas preconcebidos de la progresía. Este Papa tiene una gran virtud: la de intentar comprender a todo el mundo.
Bergoglio no tiene abierta la mente, sino el corazón. Por eso no le entienden, aunque el Nuevo Orden Mundial (NOM) se empieza a oler la tostada: pensaron que este era su Papa, o al menos un Papa manipulable, y ahora se temen lo peor, tanto que ya empiezan a crearle su leyenda negra: resulta que el progresistas Bergoglio se ha trasformado, en poco más de un mes, en un ultraderechista, que tiene bemoles la copla.
No le entienden porque la clave de este Papa argentino es la confianza en la misericordia de Dios. Por eso se dirige con afecto a odiadores profesionales del cristianismo o a personas y responsables de instituciones que han hecho mucho daño a la Iglesia. Este sí que se acerca al diferente, porque no se dedica al análisis periodístico sino a la práctica de la caridad, viejo principio sólo para almas recias. Se le nota porque es duro con los principios y blando con las personas, que es lo contrario de lo que muchos hacemos todos los días. Este Papa denuncia la herejía y abraza al hereje, denostará la barbarie y recibirá al bárbaro. Y no, no me refiero a Mariano Rajoy, malpensados.
Eulogio López
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