Imanol Arias, reconocido intelectual, nos ha explicado, en un acto celebrado en Telefónica, que la caridad cristiana no basta. Esto es importante.

En primer lugar, no sabíamos que existiera otra caridad que la cristiana. Por lo que suponemos que don Imanol lo que quería era, mayormente, arrearle una bofetada a los cristianos, deporte cada día más popular, quizás por el arraigado hábito adquirido en su muy histórica serie televisiva Cuéntame. Según Arias, para ayudar a la infancia pobre, no basta ni con la susodicha caridad ni con la buena voluntad. Fíjense, y yo que pensaba que esos eran los dos únicos factores necesarios, que bien pensados son uno solo. La gente ayuda cuando tiene voluntad de ayudar y asesina cuando tiene voluntad de degollar al prójimo. Y para tener voluntad de ayudar lo que hace falta, mayormente, es amor, es decir, entrega y compromiso hacia los demás, es decir, caridad. En lo único que se diferencia la caridad cristiana del amor humano es que el cristiano ama a Dios sobre todas las cosas al prójimo sólo como a sí mismo. Este es un apartado que se le escapa a nuestro intelectual, pero eso sólo es porque su proceso formativo ha alcanzado ese nivel. Por ahora, Imanol identifica la caridad como las monedas que los feligreses depositan al mendigo en las puertas de las iglesias -¡qué extraño que se coloquen justamente ahí y no a la salida de los platós donde rueda Imanol Arias, por ejemplo- pero insisto en que toca el próximo curso.

Sin embargo, miren por dónde lo que ha dicho el arquetipo de lo cristiano, el Papa Benedicto XVI, aprovechado la Cumbre de la FAO para identificar los dos problemas que provocan hambre y miseria en el mundo: el proteccionismo y la especulación. Es decir, que Imanol habla -mal, pero habla- de caridad cristiana y el Papa habla -y muy bien- de Economía. Al parecer Joseph Ratzinger ya terminó sus estudios.

¿Qué entiende el Pontífice por proteccionismo? Lo clásico, aranceles y contingentes. Ahora bien, en el siglo XXI esos aranceles y contingentes, aunque permanentes, han encontrado un aliado mucho más temible: la agricultura subvencionada del Occidente rico. Dicho de otra forma: para acabar con el hambre en el mundo hay que terminar con la PAC europea y las Farm Act norteamericanas, especialmente, con su obsesión por reducir los terrenos de cultivo y la producción, por lo que ahora tenemos hambre.

Es más, lo peor que han hecho estas leyes nefandas es que han terminado con la clase campesina en el mundo libre, convirtiendo al agricultor en pensionista, al tiempo que impedía competir a los labriegos del Tercer Mundo.

Especulación: En Estados Unidos se habla con gran tranquilidad de la labor de los fondos de cobertura en el mantenimiento de precios altos en los productos alimenticios. La agricultura labró su ruina cuando entró en los mercados financieros dominados por la voracidad especulativa. Los mismos futuros, nacidos hace siglos para asegurar una renta al agricultor, se han convertido hoy en factor depredador para el campesino e inflacionista para el consumidor.

Creo que al Papa sólo se le olvidó citar la tontuna ecologista: ¿Pero a qué humanidad, además de a ésta, aquejada de senilidad, se le ocurre plantar cereal para que ande un automóvil?  

Y lo más llamativo: el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, con ese dramatismo cursi con el que expone sus líneas de Gobierno, se ha mostrado más solidario que nadie: millones para luchar contra el hambre, con cargo al erario público. Es decir, en lugar de modificar un sistema perverso de producción -mejor, de subvención y no producción-, como aconseja Benedicto XVI, se dedica a lo que Imanol Arias llamaría -mal llamada- caridad cristiana y buena voluntad. Y ya lo sabes ZP: no basta.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com