Pero claro, ahora, nada menos que diez años después, insistir en esa tesis, en sede parlamentaria, resulta claramente inaceptable. El hecho de que Polaino, catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, hombre que lleva 20 años tratando a homosexuales y lesbianas no le da derecho a hablar de conductas desviadas. En lugar de enaltecer la libre opción sexual, el Polaino se empeña en curar a los gays que libremente acuden a su consulta y claro, es lo mismo que dicen los culés que ocurría con el Real Madrid, que en cuanto los blancos entran el área y hay peligro de jugada polémica, las cámaras cogían el plano largo.
Polaino había sido citado por el Partido Popular, quien se apresuró a aclarar, en sede parlamentaria, que ellos no están contra la homosexualidad. Lo que no deja de ser un error, dado que cualquier persona con sentido común debe estar con Polaino : con los homosexuales y contra la homosexualidad. El resto de los grupos adoptó la doctrina de Enrique Barón: se puede decir todo, pero hay algunas cosas que no son admisibles (prodigiosa frase pronunciada con motivo del veto, censura y proscripción del católico italiano Rocco Buttiglione como comisario). Es lo mismo que decía un antiguo compañero de estudios, falangista cerrado, cuando afirmaba, mientras formaba un círculo diminuto formado por su dedos índice y pulgar: Libertad sí, pero dentro de un orden: de este orden.
Así que hay cosas que no se pueden decir, que sean ciertas o no, o vienen a cuento. Así que El País, progresía de izquierdas, ha aprovechado para poner a Polaino como no digan dueñas. Y es que Polaino, según El País ha dicho cosas terribles, y además en sede parlamentaria, tales como que padres alcohólicos y madres absorbentes, así como niños que han sufrido abusos sexuales, tienen más tendencia a la homosexualidad. Naturalmente, ningún grupo parlamentario quiso hablar con este troglodita, que se aprovecha del margen de libertad de nuestras instituciones. Hasta ahí podíamos llegar.
El Mundo, de nuestro nunca bien elogiado Pedro José Ramírez -representante del progresismo de derechas- se ha sumado a la fiesta, ha pedido que a Polaino se le expulse del Colegio de Psiquiatras, de la Universidad y, probablemente, de la lista de socios del Atleti de Madrid. Este hombre huele mal, se lo digo yo.
Pero lo más sorprendente es la actitud de Federico Jiménez Losantos, conocido como Federico el Grande, quien en su programa matutino en al cadena COPE (en principio no es progresismo, ni de derecha ni de izquierdas) se ha sumado al linchamiento y le ha arreado una buena toba al catedrático metomentodo. Además, Federico el Grande le ha advertido al Partido Popular que esto no puede volver a producirse y que se castigue de inmediato al responsable.
Cómo es posible, claman las neuronas liberalísimas de Federico, que un psiquiatra se atreva a decir en el Senado lo que la Iglesia, la misma que paga a Federico, dice en sus comunicados, cartas pastorales y, en general, doctrina y Magisterio? Además, Federico el Grande tenía de invitado, justo el martes, a Pedro J. Ramírez, y claro tenía que salvaguardar su modernidad.
El hecho es que la Conferencia Episcopal ha prorrogado por dos años, hasta el verano de 2007, el contrato de Federico el Grande, con lo cual el muchacho puede decir lo que le venga en gana, chulear a su empresa editora y hacer amistades para el futuro.
Y a todo esto, ¿Quién tiene razón? Polaino, naturalmente. Por eso tenemos que colgarle, masacrarle, desprestigiarle y anularle: por decir la verdad, en sede parlamentaria. Lo ordenan El País, El Mundo y Federico el Grande. Y cuando un elenco ideológico tan amplio y variado coincide, por algo será, ¿no?
El propio PP que le convocó al senado se ha apresurado a marcar distancias con su invitado. Y así, su portavoz de Justicia, Agustín Conde, ha lanzado un comunicado en el que afirma no compartir en absoluto las afirmaciones de Polaino. En pleno contubernio masoca, el propio portavoz de los populares en el Senado, Pío García Escudero, pide perdón por las declaraciones de Polaino: ¡Increíble! Se ve que las admoniciones de Federico el Grande han calado hondo en Génova. El proceso de aborregamiento continúa.
Eulogio López