Es cierto que la Guardia Civil falló al intentar que 15 ciudadanos africanos se ahogaran al intentar entrar en Ceuta por mar. Las pelotas de goma lanzadas al agua por las fuerzas de seguridad españolas retuvieron a los inmigrantes… y 15 de ellos murieron ahogados. Un fallo garrafal, ciertamente, porque antes que el cumplimiento de las normas están las personas.
Es un pulso moral insoportable. ¿Cómo cumplir con el deber ante una masa de desesperados que huye de la miseria y a los que animan los negligentes, que no indulgentes, fuerzas marroquíes, que les utilizan como carne humana contra España La norma cristiana es la de las fronteras abiertas, ciertamente, pero también lo es que la emigración es, de suyo contraproducente. Se trata de ayudar a los inmigrantes en su propia tierra, que no se vean obligados a emigrar. Y eso es responsabilidad de Occidente.
Ahora bien, todo eso no tiene nada que ver con la actitud de la comisaria de interior saliente de Bruselas, Cecilia Malström (en la imagen). Un personaje que, asesorado por españolas catalanas, no ayuda a España en el control de fronteras -frontera europea, no sólo española- pero critica los errores de las Fuerzas de Seguridad españolas hasta el paroxismo. Ahora se marcha intentado que el Frontex, el control de fronteras paneuropeas, en concreto la zona sur del continente, la que se asoma al mundo pobre, no quede en manos del español Gil Arias Fernández.
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