• Las promesas bíblicas resultan mucho más creíbles y lógicas que las de la ciencia y la tecnología.

Leído en La Nueva España, el diario de mi pueblo ovetense. Ánxel Vence, quien deambula por las callejas de la ciencia y la tecnología profundas, ha llegado a la conclusión de que la vida eterna de los curas ya no es necesaria en absoluto: Internet, y más en concreto Google, es quien nos va a propiciar la anhelada vida eterna, o, al menos, la vejez permanente, es decir, el achaque reincidente. De hecho, no acabo de ver claro si Vence distingue entre la vida eterna y la cadena perpetua, pero, en cualquier caso, y esto es lo importante, se apoya en el gran científico Ray Kurzweil, ingeniero jefe de Google, lo que le ha valido nada menos que ser profesor honorario en 15 universidades, algo que proporciona un prestigio casi infinito y una opinión incontestable Pues eso, que el amigo Ray nos ha comentado que el asunto de la resurrección es tan sencillo como lo siguiente: se coge toda la información del cerebro de papá -sí, pretende resucitar a su padre- se trasfiere (entendiendo por información las vivencias, gustos, sentimientos, etc.) y, con un poquito de cirugía estética, ¡voilà!, "me parecerá que estoy hablado con mi padre". A mí, esto de confundir la información con el ser -una analogía metafórica, si se quiere, pero no más- me recuerda a aquella otra estupidez de 20 años atrás consistente en confundir la luz con la existencia. Y no suelen ser equívocos propios de gente ignorante y profana, no, sino de eruditos pedantones. He visto a un astrónomo coquetear con la sutil idea de que lo que ocurre ahora mismo aquí, en la tierra, podría ser visto a un planeta lejanísimo dentro de pocos segundos por aquello de que la luz viaja rapidísimo. La pregunta es: ¿qué tiene que ver la luz que acompaña a un hecho con el hecho mismo? Un hecho es mucho más que la luz que refleja. Pues con el gurú de Google pasa lo mismo: ¿qué tendrá que ver la información que poseemos de una persona con la persona misma? La persona es mucho más que la información que podemos acumular sobre ella. Pero, miren por dónde, mi paisano Ánxel Vence se cree la promesa de Kurzweil, entre otras cosas porque es profesor honorario en 15 universidades: el ingeniero jefe de  Google va a resucitar a su padre. Yo diría que no va a recrear a su señor padre sino a un monstruo que se parecerá a una foto de su señor padre, amén de un insulto a su señorísimo papá. Vamos que me hace eso a mí y me levanto de la tumba, por la vía espiritual, eso sí, y le arreo un bofetón a mi retoño que se acuerda, para toda la eternidad… de su señor padre. Poe supuesto, mi paisano Vence no deja de aludir a que esto es ciencia, mientras que la promesa de vida eterna de la Biblia es eso, una mera promesa. Incluso la llega a comparar con la güija. ¡Qué quiere que te diga, Ánxel querido: la güija es una cosa seria -peligrosísima, verdadera puerta que se abre a Satán-: mucho más seria, creíble y lógica que las chorradas de tu ídolo de Google. Por lo demás, ya saben que la medicina no nos ha alargado la vida, sino la vejez… lo que siempre es mejor que las promeses del chiflado de Ray (una eminencia, por otra parte, como creo haber dicho antes- que más que la vida eterna nos amenaza con la vejez permanente o con la cadena perpetua y no revisable. Lo de la Biblia, resulta mucho más lógico, esto es científico. El espíritu, que no la materia, ni la información, ni lo virtual ni la materia inteligente (que no existe) perdura a la muerte del cuerpo entre otras cosas porque morir no es más disgregarse y el espíritu no puede disgregarse, es una unidad no material. Lo que Cristo promete, insisto es mucho más científico: ese espíritu perdura y llegará un momento que el mismo creador del ser anfibio llamado hombre, compuesto de materia y espíritu, vuelva a unirse al cuerpo redivivo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com