Según el estudio realizado por la New Economics Foundation sobre la felicidad, Costa Rica es el país más feliz del universo, seguido por la República Dominicana, Jamaica y Guatemala.

Estos datos se refieren al sentimiento subjetivo de sus aborígenes, lo que hace ostensible que países juzgados como subdesarrollados, ocupen los primeros puestos. El profesor Easterlin ya lo aseveró: «Las sociedades ricas no son necesariamente más felices que las pobres  porque el aumento del estándar del bienestar provoca más dificultad en el logro de la satisfacción personal».

¿Se debe recordar a los gobernantes que la población es el mayor activo de un país y que ésta se estructura en millones de familias? ¿Deben cuantificar entre sus «activos» que la familia que funciona, es un bien económico para el Estado? ¿O recordar que la familia, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, compromiso de estabilidad y esfuerzo, es el mejor generador de capital social?

Por otra parte, el informe Meil reveló, recientemente, que el capital de apoyo mutuo entre familiares en tiempos de crisis, donde  el 23% de los mortales donan dinero a un familiar con el que no conviven o donde el 33% de los habitantes compradores de vivienda, en los últimos años, lo han hecho con la ayuda de familiares, principalmente de los progenitores.

Actualmente dos tercios de las familias, con chiquillos menores de tres años, son socorridos por los abuelos. Si las horas que dedican los abuelos a los nietos y las que dedican los miembros de las familias para ayudarse entre sí tuvieran que pagarse, supondrían el 3,7% del Producto Interior Bruto.

En estos últimos años, se ha debilitado a la institución familiar: el matrimonio se ha convertido en un «contrato basura» por el «divorcio exprés» y a las uniones homosexuales, siendo el divorcio la mayor causa de pobreza femenina en la Unión Europea. Vivimos en un invierno demográfico donde el aborto se ha convertido en la principal causa de mortalidad de los niños enclaustrados en el seno materno y que son asesinados.

El 98% de la población vive en el hogar familiar. El futuro de la humanidad pasa por fortalecer a la familia como institución donde cada persona nace, aprende a relacionarse y donde se es querido por sí mismo. Si la familia se acrecienta, colaborará en el ahorro del gasto público y todo el que fortalece a la familia está enriqueciendo el país. Por lo tanto poner la familia en peligro supone costes sociales, sanitarios y económicos. Partamos de la certeza de que hacer familia es posible y fuente de una gran felicidad.  

Clemente Ferrer
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