Gran éxito el de Josep Lluis Carod-Rovira en Madrid. El independentista catalán se ha convertido en un maestro del subterfugio, del eufemismo y del equívoco, pero algo quedó bien claro : durante su alocución en los desayunos de Europa-Press, al igual que durante el coloquio posterior, no dejó de pronunciar la palabra respeto, en sus distintas variantes: queremos que se nos respete, respeto a la libertad, a la identidad, a la diversidad, etc. Incluso, se encargó de recordar que el jacobinismo (no por anticlerical, sino por centralista) está pasado de moda y que lo más moderno es el liberalismo. Si Macià levantara la cabeza

Pero el respeto a la diversidad se vuelve mangas y capirotes en boca de Carod cuando aborda su principal obsesión: la Iglesia. El chaval no puede, le supera. Así, el hombre que se burló de la corona de espinas de Cristo en plena Vía Dolorosa, junto a su liberal amigo, Pascual Maragall, ha vuelto a insistir esta mañana, con unas ironías graciosísimas sobre la Virgen del pueblo del señor Bono, quien, según él, no le ha hecho mucho caso al ministro de Defensa, dado que ya tienen Estatut. Y no contento con ello, dedicó sus palabras menos respetuosas al Concordato entre España y la Santa Sede, que, según él -aunque no explicó el porqué-, es cosa de la Edad Media. Porque Josep Lluis es hombre profundo, y recurre a términos como edad media, una originalidad propia de un intelectual de raza.

Y la obsesión proseguía: Algunos creen que España es una religión y la constitución la Biblia o el Corán. Estamos en un tiempo en el que se habla de modelos de familia y de pareja nuevos, asegura, aunque no todos sabemos que se trata de modelos poco modélicos y más viejos que Matusalén. Y más. Estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media, por lo que ningún grupo religioso debe tener privilegios. Al parecer, ni aunque ese grupo religioso signifique el 80% de la población, dado que en la democracia carodiana, las mayorías tienen su interés según de qué mayoría se trate.

Aún más: Carod utilizó a los inmigrantes para recordar que el pluralismo religioso en Cataluña ha crecido, lo cual según él, es bueno, no porque le gusten los islámicos sino porque le gustan aquellos que fastidian a la Iglesia.

Carod se sitúa, aunque quizás él no lo sepa, porque sus citas históricas dejan mucho que desear, en la postura de quienes consideran que la única realidad, y por tanto el único pluralismo y la única diversidad, y por ende lo único que hay que respetar, es aquello que se puede demostrar empíricamente. Lo cual queda bonito pero cuenta con varios problemas: lo primero, científicamente no se puede demostrar casi nada, ni un 1% de la realidad. Si nos ponemos puristas, no se puede demostrar ni la existencia del propio señor Carod. Al final, quien no respeta lo que no puede ver, acaba por no respetar tampoco lo que ve, y termina por no respetar otra cosa que sus propios deseos, sus propias manías y sus propios caprichos que, por cierto, tampoco puede ver-. Si eso es la modernidad, yo me quedo con la Edad Media. Bueno, miento, me hubiera quedado igualmente. Lo de Carod no es laicidad, es laicismo : que no se trata de defender al laico sino de fastidiar al cura. El laicismo no es no es amor al laico sino odio al cura, para ser exactos, a la Iglesia, para ser aún más precisos, a Cristo. El laicismo no es más que Cristofobia.

Ahora bien, además de laicidad y laicismo existe locuacidad, que es la forma con la que los laicistas comecuras pretenden ocultar sus mandíbulas antes de mordernos. Como Carod. Un ejemplo de locuacidad es la entrevista que en su edición del miércoles 6 publica el diario La Razón con el arzobispo de Tarragona, monseñor Jaume Pujol, quien según Carod sería parte de la Edad Media cavernícola, dado que, por si fuera poco es miembro del Opus Dei.

Pues bien, monseñor Pujol afirma estar contento con el Estatut siempre que no ponga en peligro la unidad de España. También afirma que no hay que escandalizarse porque se emplee el término nación. Y hasta ahí, toda va bien. Quizás no sea tarea de un obispo hablar de naciones y nacionalidades, pero hasta ese momento todo va bien. El problema empieza después. Porque claro, lo malo del Estatut no es que tienda al independentismo, que eso es cosa opinable en la que los curas no deben entrar. No, lo malo del Estatut es que es, como se enorgullece Carod, puro laicismo : aborto, matrimonio gay, condena de la Iglesia al silencio, etc. Un cristiano puede ser independentista catalán, vaco o valenciano, si le viene en gana: lo que no puede hacer es masacrar o permitir que se masacre al más débil; por ejemplo, al niño no nacido. Y ahí va la pregunta del periodista:

-¿Y está satisfecho con el documento que han mandado a Madrid? Deja la ruta abierta al aborto, a la eutanasia, merma el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos

Respuesta de monseñor Pujol:

-Creo que hasta que tengamos el producto final no nos podemos manifestar con pleno cocimiento. Sin embargo, en el caso de la educación, por ejemplo, se ha ganado la batalla. Comparado con cómo se presentó en un principio, ahora el Estatut reconoce le derecho de los padres a elegir la enseñanza religiosa y moral que sus hijos van a recibir en la escuela. Me da pena, desde luego, que temas tan importantes como el aborto o la familia no queden claros. Pero también la Constitución española, cuando se promulgó dejó cabos sueltos, como el concepto de familia, y ahora asistimos a las consecuencias.

Pues precisamente, monseñor, como la Constitución del 78 dejó cabos sueltos (desde el Todos tienen derecho a la vida, a los 80.000 abortos anuales hay mucho camino) aprendamos la lección y modifiquemos el Estatut como debimos modificar la Constitución en materia de vida y de familia. Es decir, el parangón con la Constitución del 78 es una razón para el no al Estatuto, que no para el sí.

La laicidad es buena, el laicismo es malo, pero la locuacidad puede ser peor.

Justo debajo, el intelectual Alex Rosal, periodista, escritor y editor, sin citar, al Ordinario de Tarragona, dice que no hay profetas en Cataluña. Siempre me ha llamado la atención la obsesión de mi admirado Rosal con el concepto de Profetas. Me faltan luces para tan altos discernimientos. Por ello, servidor, en su humildad -humildad carodiana, se entiende- no pide porfías, sino pastores menos locuaces, más lacónicos, más concisos más inteligibles. Y si son profetas... pues como el chiste:

-Me encanta jugar al mus y perder.

-¿Y ganar?

-¡Eso ya debe ser el acabóse!

Eulogio López