El 30 de junio se termina el fin de curso parlamentario, porque sus señorías necesitan casi tres meses para reflexionar sobre su arduo trabajo y volver frescos al tajo. Y el fin de curso va a resultar electrizante, a lo Mr. Bean, ese personaje que guarda tanto parecido físico y biopsicológico con el presidente del Gobierno español. Sus Señorías se van de vacaciones con la satisfacción del deber cumplido : divorcio Express, matrimonio monflorito y una amnistía fiscal encubierta que favorece a las grandes fortunas a través del mecanismo de las SICAV. Para el próximo año, queda la ya comenzada manipulación de embriones, con todo tipo de barbaridades a la carta.

Divorcio ultrarrápido con supresión de la causalidad (es decir, rompo el compromiso porque me da la gana, sin la necesidad de alegar, verbigracia, incompatibilidad de caracteres, que es algo muy socorrido). Quiero recordarles a todos ustedes, amigos lectores, que aumentar el número de separaciones y divorcios constituye una de las prioridades sociales de un país en el que se rompe una pareja cada cuatro minutos.

Luego está lo del matrimonio gay, donde hasta los medios controlados por el Partido Popular se han lanzado a la que podríamos calificar de locura homo. Sus Señorías se disponen a elevar a la categoría de matrimonio una sexualidad que consiste en tomar por el culo, en introducir el pene por el ano, algo tremendamente dificultoso, dado que la naturaleza se niega a que los órganos, por ejemplo, el recto, sirvan para algo distinto a lo que ella ha prescrito. Un lector me indica que mi descripción de la homosexualidad como una tremenda cochinada, definición en la que me ratifico, resulta incompleta. Porque la guarrada más gorda no estriba en introducir el falo donde no se debe, con los correspondientes riesgos sanitarios, sino en cómo sale el susodicho falo después de la inmersión, y que recuerda el viejo chiste del esposo que le pregunta a su mujer cómo se pone los calzoncillos, y que recibe la respuesta más rigurosa: Lo amarillo por delante y lo marrón por detrás. La homosexualidad es una aberración natural, que atenta contra la ley moral, la ley natural y, salvo en España y otro par de países majaderos, contra el ordenamiento positivo. Sí, la homosexualidad es todo eso, pero es, ante todo, una tremenda cochinada, una guarrada maloliente, una vomitiva marranada, un asquito. Es esa cerdada la que José Luis Rodríguez Zapatero quiere elevar a la categoría de matrimonio con derecho a adopción.

Y lo peor es que ante esta pantomima trágica, el mundo oficial cierra filas y lo presenta como el gran avance en materia de derechos humanos. Quizás es lógico : quizás la única manera de convertir a un cardo en una señora consista en defender con unción, mucho fervor, las meninges reblandecidas y un halo de idiocia manifiesta lo que de otro modo nadie estaría dispuesto a tragar. Pero no lo duden: aunque la mona se vista de seda la homosexualidad consiste en tomar por el culo.

Eulogio López