«Yo, en ese momento, de verdad que no sabía cómo reaccionar», cuenta el hombre, que salió de la peluquería -por peticion de una de las empleadas que le explicó que una clienta musulmana no quería que un varón viera cómo le lavaban el pelo- para no armar un escándalo y, desde la calle, mandó un mensaje a su mujer para que saliera con sus hijas del establecimiento. «¿Nos estamos volviendo locos?», se pregunta, «¿a qué punto vamos a llegar?». El hombre plantea qué pasaría si, en vez de ser él, un hombre «blanco y normal», el expulsado de un negocio fuese «un judío, un africano, un árabe». «¿Hay derecho a hacerme eso a mí?».

Y a continuación, la respuesta del dueño de la peluquería:

 

En el entretanto, recordemos que la tendencia de los musulmanes no es a integrarse en España sino a islamizar España. Pero no sólo España porque, cada día, más europeos son conscientes de que la evolución de la inmigración islámica es justamente esa. Primero pido, luego exijo y, al final, impongo.

Por cierto, también respuestas a lo sucedido en las redes.

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