El nuevo director gerente del FMI, Rodrigo Rato, se incorporará a su nuevo puesto el próximo 1 de junio. Hasta entonces, ha dejado claro sus objetivos de combatir los desequilibrios macroeconómicos y la lucha contra la pobreza. En este sentido, sorprendió la dura crítica que dirigió Rato al déficit comercial y exterior de la economía norteamericana después del apoyo brindado por la Administración Bush. ¿Distanciándose del patrón?

 

En donde todos coinciden es en la lucha contra la pobreza. Aunque, probablemente, disientan en las fórmulas empleadas. Porque el Fondo mantiene las mismas píldoras amargas como solución a los problemas de las economías más pobres: apertura comercial, flexibilización laboral, moderación salarial, reformas estructurales y déficit cero. Exactamente las mismas fórmulas practicadas sobre la economía argentina que precipitaron su crisis y desmantelaron su industria. Argentina ha sido la alumna escogida del FMI para practicar sus modelos económicos parametrizados. Y fracasó. Probablemente porque a los pro-hombres del FMI se les olvidó incorporar a su análisis económico variables tan reales como la ambición, el clientelismo, el populismo y la demagogia.

 

Ahora el Gobierno Kirchner trata de recuperar el tiempo perdido. Asegura que establecerá un nuevo modelo de relación con el FMI que privilegie el desarrollo económico social sobre el cumplimiento de los compromisos de deuda y de déficit. Y este "soga-tira" será el primer miura con el que Rato deberá lidiar el mismo mes de junio. Difícil, porque por una parte el FMI se aseguró el cobro, pero, por otra parte, Kirchner se resiste a aplicar la comprometida Ley de Coparticipación que limita la deuda de las regiones, asegurando que estas ya están logrando superávit primario. "No tendría sentido aplicar la Ley y en el Fondo empiezan a entenderlo", señalan fuentes gubernamentales. Menos mal que, según Rato, las conversaciones preliminares "avanzan en la dirección correcta".