Tanto la presencia de Luzón, como la guardia pretoriana de Botín molestan a Sáenz, quien intenta evitar que el cántabro haga nuevas compras. La compra de Abbey ha supuesto una fuerte pérdida de rentabilidad para el Santander. El SCH continúa exprimiendo a sus clientes: es la entidad que más ingresa por comisiones

A las 12 horas de la mañana del miércoles 27, un adusto y malhumorado Alfredo Sáenz explicaba a analistas y periodistas las cuentas del Santander Central Hispano (SCH), el primer banco del país y uno de los 10 primeros del mundo.

Sáenz es de Bilbao por lo que siempre ha suplido con retranca coñona sus carencias retóricas. Pero si a la ausencia de retórica se le une un aire de prepotencia y cansancio, casi de hastío, ante la concurrencia, entonces la simpatía da paso a otros sentimientos menos nobles.

La verdad es que el primer ejecutivo del primer banco del país pasa un mal momento. A sus próximos, sólo a sus muy próximos, les reconoce que está hasta el gorro de las ideas geniales de d. Emilio Botín, aproximadamente una cada semana. Y también está harto de que el cántabro, que sabe más de ejecutivos que de banca, tenga siempre preparado el relevo en la persona de Francisco Luzón, que se crece a cada tropiezo de Sáenz.

Por las mismas, Sáenz está un poco harto del entorno de Emilio Botín, aquel que lleva tantos años con él que considera que sólo debe remitir al propio presidente. En ningún sitio como en el SCH se distingue entre propiedad (que no es tal) y gestión. Sáenz es la gestión y el encargado de sacar adelante la cuenta de resultados, pero el poder corresponde a la propiedad. En ese círculo hay que citar a la heredera, Ana Patricia Botín (recordemos que el Consejo del Santander cuenta con 4 botines, y eso después de la marcha de Jaime), a los hermanos Rodríguez Inciarte, a Ignacio Benjumea, a Eugenio Galdón, etc.

Por lo demás, las cifras del SCH no son malas. Algo peores en cuanto al negocio típico, que las del BBVA, pues ambos se quedan muy por debajo de otros bancos de menor tamaño, mucho más rentables como el Popular, el Bankinter o el Sabadell.

Durante el primer semestre del año, el SCH tuvo un beneficio bruto de 3.459 millones de euros, un 20% respecto al mismo periodo del año anterior. Su margen de intermediación creció un 6,6%, y su margen de explotación un 10. Su estilo de negocio sigue siendo el mismo : exprimir al cliente todo lo posible, algo que Sáenz aprendió en el Vizcaya de Pedro Toledo y no ha olvidado nuca. Por ejemplo, las Comisiones Netas suponen ya el 57% del margen de intermediación o negocio propio de una entidad financiera. Es el porcentaje más elevado de toda la banca española y se comenta por sí solo.

Al miso tiempo, a Botín le gusta vivir peligrosamente, sólo que Sáenz es el que tiene que hacer el trabajo. Botín compra el Abbey pero es Saénz quien lo reflota, La compra del sexto banco inglés no es moco de pavo, y les ha traído más problemas de digestión de lo que preveían, además de afrontar el despido de 4.000 trabajadores de la entidad. Por ejemplo, la rentabilidad sobre activos (ROA) del SCH descendió del 1,14 al 0,80%, mientras la rentabilidad sobre recursos propios (ROE) pasaba del 21,84 al 15,92. La eficiencia empeora (del 45 al 48) y el Banco de España insiste en que debe reforzar su base de recursos propios (algo que Sáenz considera secundario y, probablemente, tenga razón).

¿En qué nueva operación de relumbrón estará pensando Botín? Según Sáenz, al banco no le interesa el mercado alemán y están muy tranquilos en el italiano (falso, Botín continúa soñando con hacerse con el San Paolo). Además, ¿quién puede creer a un consejero delegado que clausuró la operación Abbey tres meses antes de su compra? No, Botín necesita protagonizar una operación, al menos una por año. Quiere ser el primer banquero del mundo, y si puede conseguirlo, es seguro que apostará por ello.

Por cierto, Sáenz se vio obligado a mentir al afirmar que no recibieron ninguna sugerencia del Gobierno sobre la venta de AUNA. Bueno, la verdad es que no mintió. No recibió una sugerencia: lo que recibió fue el nihil obstat. Un nihil obstat vergonzoso, pero, a fin de cuentas, válido.