- Nuestros políticos, infieles a sus programas, deberían caer en la cuenta de que la gente está harta de ellos.  - El duelo en TV, Cañete-Valenciano, revivió los complejos de la derecha y la demagogia de la izquierda.  - Schulz suelta en un debate que hay que retirar los crucifijos de espacios públicos y nadie, ni Juncker, se inmuta.


Anécdota real. Para ser exactos, acaecida en una oficina de Correos de San Fernando de Henares, provincia de Madrid. Una señora de cierta edad va a votar por correo. Se toma su tiempo, a lo mejor es que no lo tenía muy claro. 

Luego le asegura al funcionario:

- Mire usted, he votado por un partido pequeño, porque los grandes no me van a aportar nada.

He  aquí a una ciudadana responsable. Lo primero porque fue a votar. Lo segundo, porque no tiene ningún empacho en decir lo que piensa (aunque al funcionario no le interesara mucho). Y tercero: que tiene más razón que un santo: los partidos grandes se parecen demasiado entre sí y han fracasado en sus recetas. Y, por último, han sido infieles a su electorado.

Insisto, el domingo votaré a Impulso Social porque, como cristiano, es el único partido que defiende los valores no negociables. Pero también por las razones de nuestra votante por correo.

Nuestros políticos deberían caer en la cuenta de lo harta que está la gente de ellos.

El domingo votaré a Impulso Social porque, como cristiano, es el único partido que defiende los valores no negociables


Más cosas: el debate Cañete-Valenciano sólo dio de sí para revivir los complejos de la derecha española y la demagogia de la izquierda española. Bueno, y para visionar un película tantas veces vista: la de peperos y sociatas tirándose sus minucias -y no enormes- a la cabeza al grito de "Y tú más".


Ese programa no duraría en antena ni la primera edición pero los políticos tienen bula televisiva y los votantes -especialmente los periodistas, por razón de oficio- seguimos aguantando su mala leche una y otra vez. Para eso, péguense en una buhardilla sin cámara y sin público.

Así, como me aburre hablar de los políticos españoles, hablemos de los europeos. El debate europeo más osado fue aquel que se hizo a cinco bandas, entre los candidatos socialista, popular, comunista, liberal y verde. Fue allí donde Martin Schulz, candidato de los socialistas europeos, soltó aquello de que había que retirar los crucifijos de los espacios públicos. Es el concepto que tienen los socialistas de lo público. Público es lo estatal y yo pretendo controlar el Estado, pero público es lo que nos afecta a todos. Es decir, él me obliga a hacer lo que él quiera y yo no puedo oponerme porque él habla en nombre de todos.

Pero eso no es lo más importante. Lo más preocupante es que ninguno de los otros candidatos dijo nada, entre ellos el representante de lo que antes se llamaba democracia cristiana, el inefable plutócrata Jean-Claude Juncker, que se quedó calladito como un buen chico progre de derechas.

Esto es: en Europa hay democristianos que han dejado de ser cristianos y no sé si son muy demócratas; socialistas que ya no son socialistas y se han convertido en progres que braman "abajo los curas y arriba las faldas". Comunistas que esconden su condición bajo el nombre de izquierdas, liberales minoritarios con una empanada mental entre liberalismo filosófico y liberalismo económico, y verdes que dan el coñazo con el calentamiento global.

Para mí, que sí, que hace falta una renovación. Votemos a los 'frikis'.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com