Sr. Director:

Sumergidos como estamos en un océano de perversión política, surgen a diario nuevos enfoques de asuntos relativamente antiguos que, a pesar de que un somero análisis los presentaría como éticamente abismales, son engullidos por nuestras tragaderas con la mirada tranquila de los rumiantes, y con el mismo barbecho intelectual. Uno de estos asuntos es la posibilidad de que, si la banda asesina con sede en las Vascongadas dejara las armas, su diálogo con el Gobierno sería posible. Espléndido. Todos los ciudadanos tenemos métodos de participación y control con respecto al Gobierno -al menos teóricos, dadas las cortapisas de orden numérico o burocrático que la Ley impone-, pero me gustaría saber cuánto tardaría un ciudadano más o menos medio en estar a dos llamadas telefónicas de Rodríguez.

Pero -¡date!- he aquí que la banda asesina con sede en las Vascongadas ha descubierto la forma de eludir los valladares citados. Se trata de matar a más de mil españoles y destrozar la vida de otros miles de personas mediante la pérdida de partes fundamentales e inalienables de la propia existencia. Así, ya no hacen falta formularios. Gana el chantaje, ganan los asesinos.

No, Rodríguez. Los asesinos han de dejar de matar porque matar está -antes de contra la Ley- contra todo lo bueno que nuestra civilización ha conseguido con el trabajo duro de hombres excelentes durante milenios. No espero ya que usted sienta algún respeto por su propia civilización, como tampoco lo muestra por su propio país, pero sí espero al menos -¿seré tan ingenuo como usted?- que comprenda la nitidez de mi argumento.

Y, dejen de matar o no, a la cárcel todos los que ya lo hayan hecho. La cárcel es el sitio donde metemos a los asesinos. O solía ser así, Rodríguez.

Sergio Yáñez Cañas

syc13@hotmail.com