9:15 horas del jueves 3 de febrero. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, es entrevistada en A-3 TV por Montserrat Domínguez, en el programa el Ruedo Ibérico. La conocida como Mandatela trata de convencernos, no sólo de que el Gobierno socialista no interviene en las empresas privatizadas (lo cual, a estas alturas, exige una fe de carbonero muy superior a la que exige cualquier dogma religioso), sino que el Gabinete Zapatero participa del consejo de seres arcangélicos.

Así que, Álvarez nos explicó que no está intentando hacerse con el control de Aldeasa, la compañía de ventas en aeropuertos, presionando a Altadis, principal accionista, lo que, naturalmente, es falso. Al parecer, el cese de Alfonso Cortina en Repsol YPF o los intentos por descabalgar a FG del BBVA, las presiones sobre Manuel Pizarro o el cese de Pedro Antonio Martín Marín en Hispasat, tras presionar el Ejecutivo sobre los accionistas privados, han sido meras coincidencias.

Luego está la interpretación bursátil: Álvarez se queja de que el PP les acusa de arruinar Aldeasa cuando ha subido un 35% en Bolsa. Por supuesto, señora ministra, pero un demarraje bursátil no significa que una empresa goce de buena salud, sino de que los especuladores se han cebado con ella, precisamente por la desestabilización que usted pretende. Desestabilización que, digámoslo de una vez, sólo tiene dos objetivos: cargarse al presidente de Aldeasa, José Fernández Olano, amigo personal de Rodrigo Rato, y debilitar (porque ir más allá no es posible) al presidente de Altadis, Pablo Isla, que no es amigo personal de Rato pero sí fue su director general de Patrimonio y responsable de buena parte del proceso privatizador emprendido por el PP. Quien se quede con Aldeasa se responsabiliza de una empresa con una plantilla superior a los 2.500 empleados . Y es que no todo lo que es verdad es demostrable empíricamente, pero sí puede resultar bastante razonable. Y casi nada de lo que dicen los políticos es cierto, pero convendría que dejaran de mentir porque empiezan a resultar muy cansinos.

Por lo demás, Álvarez ha caído en lo mismo que el PSOE critica al PP: en el nombramiento de amigos para presidir todas las empresas que dependen del Estado. Por ejemplo, su amigo y ex subordinado José Salgueiro Carmona como presidente de Renfe (a partir de ahora, una simple transportista de mercancías y viajeros, tras una operación de liberalización que, por el momento, está resultando un fracaso : ni una sola empresa privada quiere utilizar las vías españolas para transportar mercancías... salvo una filial del antiguo monopolio Renfe).

La verdad es que Manuel Chaves, el califa socialista andaluz, respiró el día en el que consiguió colocar a Magdalena Álvarez como consejera de Economía en el Gabinete andaluz. Álvarez, junto a la responsable de Cultura, Carmen Calvo, era una de las facturas que tuvo que pagar Zapatero a los califas regionales del PSOE. Eso sí, Chaves estaba feliz con la marcha de Álvarez a Madrid.

En cualquier caso, el duelo entre Zapatero y Rajoy a propósito de las empresas privatizadas, habido en la tarde del miércoles 2 en el Congreso de los Diputados, revela que la doctrina de los duros ha calado en Zapatero : es lo que se conoce como el Síndrome Rumasa, o la reviviscencia de aquellas palabras pronunciadas por Felipe González nada más acceder al poder tras la victoria electoral de 1982: El que me eche un pulso lo pierde. Zapatero está convencido de que debe derrotar a la biutiblú para afianzar su autoridad y ser respetado (la vedad es que el mundo económico respeta muy poco al presidente del Gobierno), y eso exige conseguir el cese de los cargos empresariales nombrados por el PP y sustituirlos por otros afines al PSOE o al menos no enfrentados al partido gobernante.

En esta batalla, José Montilla, responsable de Industria, lo está haciendo muy bien, pero Pedro Solbes, Miguel Sebastián y Magdalena Álvarez lo están haciendo rematadamente mal. Sin embargo, un presidente no puede permitirse el lujo de tener una crisis de Gobierno antes de cumplir el primer año de mandato... por lo menos.

Eso es lo que salva a Magdalena Álvarez. Eso, y que Chaves no la quiere de vuelta en Andalucía.