Es verdad que, tal y como manifiesta el alcalde de Madrid y papá, José Luis Martínez-Almeida, la presidente de la Comunidad capitalina, Isabel Díaz Ayuso, ha sufrido el ataque más fiero, por parte del Gobierno, de toda la historia democrática, convirtiéndose en una obsesión patológica de Pedro Sánchez.

Ahora bien, eso no significa que Ayuso sea una gobernante católica. No sólo no lo es, sino que incumple de forma flagrante los valores no negociables para un católico en política empezando por el derecho a la vida.

Sin entrar en los principios innegociables de Benedicto XVI (Vida, familia, libertad de enseñanza y bien común), basta con reseñar esa innegable tendencia progre de la señora presidenta, siempre inquieta ante la posibilidad para que no la tomen por una ultra, es decir, por una cristiana. Es entonces cuando su sinceridad quiebra.

Isabel Pérez Moñino es la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid. No, no es santo de mi devoción pero hay que reconocer que cuando, despectivamente, Ayuso le retó a que le dijera algún recorte que pudiera hacer en el gasto de la Comunidad que no vulnerara la Constitución (¡Será pedante!), su tocaya, Pérez Moñino, le respondió con un listado enjundioso: no se lo pierdan, un vídeo corto, sin desperdicio.