No hay en ninguna guerra bando que merezca morir, porque el derecho a la vida está por encima de cualquier interés político.
Pero aún en peor situación que los bandos enfrentados están esas minorías que en los conflictos fratricidas se quedan en terreno de nadie y son víctimas de la brutalidad.
Eso está ocurriendo en Siria. El Papa ya había alertado de la difícil situación y los propios fieles cristianos daban muestras de su angustia porque ahora se han convertido en una minoría desprotegida entre las aguas de un Gobierno que los ningunea y unas milicias que se niegan a tenerlos cerca.
La última triste noticia es el brutal asesinato de un sacerdote francés, franciscano, en manos de los rebeldes.
Los cristianos, como tantas veces en la historia, están en el foco de un huracán que ellos no han provocado. Ayer hablábamos de Egipto. Hoy de Siria. No nos hemos repetido. Lo hacemos a propósito. Cada vida cuenta y los hermanos cristianos de estos lugares nos necesitan.
Jesús D Mez Madrid