Lo del 2% es un poco de coña, porque se supone que los recursos pata negra no eran del 2 sino del 8%, lo que ocurre es que, en la práctica, introducían subordinadas, convertibles y otros instrumentos para falsear el espíritu de la norma, mientras los supervisores miraban hacia otro lado.
Veamos. Lo primero, y más importante, es que el coeficiente de recursos propios no es la clave del negocio bancario. El buen banquero no es el que consigue mucho dinero -ese es el millonario- sino el que presta a quien se lo devuelve, que suele ser quien lo necesita. Y si no se lo devuelven tiene que restarlo del beneficio.
Pero hay algo peor. Centrar en los recursos propios la sanidad el sistema bancario significa perpetuar el desgraciado principio de que la banca no puede quebrar, y que si quiebran los políticos acudirán a ayudarla con presteza. En definitiva, que, como ha ocurrido con la crisis de 2007, la de ahora mismo, todos pagaremos a escote la codicia y la necedad bancaria. Por eso las bolsas suben: los intermediarios financieros saben que la aparentemente dura medida de Basilea contra la banca perpetúa el principio de que la banca no puede quebrar y debe ser salvada por los ciudadanos, a través de sus impuestos y de la inflación.
Mucho mejor sería promulgar dos medidas mucho más justas. La primera: que si un banco quiebra que quiebre. El Estado, el conjunto de los ciudadanos, sólo debe responder ante los ahorradores.
En segundo lugar, ha sido la especulación -la pública y la privada- y el sobreendeudamiento los que han provocado la crisis. Reformar las exigencias de los recursos propios sólo provocará una concentración bancaria (cada vez más bancos, cada vez más grandes) cuyas quiebras serán mayores que las del 2007 en cuanto los bancos vuelvan a especular, que es lo único que saben hacer, especialmente la banca anglosajona, es decir la banca de inversión.
Al mismo tiempo, nos dicen que Bruselas aprobará nuevas normas sobre derivados. Mejor sería discriminar entre las actividades bancarias: las buenas -no especulativas- las malas -las especulativas: titulizaciones, venta a pérdidas, etc.-, a través de impuestos. Un sólo tipo de impuesto sobre el ahorro es aún peor que un sólo tipo de IRPF.
Los bancos centrales son defensores de la los bancos, no del ciudadano. Quizás por eso toman este tipo de medidas en domingo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com