El miércoles cuando el presidente del Gobierno, don Pedro Sánchez, hizo pública su carta de amor y su retiro meditativo, Hispanidad tituló: "Sánchez amenaza con dimitir. ¡A que no?!".

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Pues apenas faltan horas para que el oráculo de La Moncloa nos conceda a los mortales el honor de conocer, de sus propios labios, si Pedro dimite o no dimite. Pues bien, Hispanidad apuesta porque Pedro permanecerá en el cargo porque así se lo han solicitado dos colectivos: los socialistas que perderían su cargo si Pedro se marcha, y los pocos miles -para representar a esa ciudadanía a la que se dirigía la carta de Sánchez. que se han manifestado en Ferraz y ante el Congreso "en defensa de la democracia"- una exigua minoría que nos ha proporcionado una novedad 'histórica': los organizadores hablaron de 10.000 personas ante la sede del PSOE mientras que, por primera vez en el periodo democrático española, la Delegación del Gobierno en Madrid ha superado la cifra de los propios organizadores y habla de 12.000 participantes.

El drama de Sánchez es que no distingue entre el bien y el mal. Su universo es narcisista: bueno es aquello que conviene a Pedro. Sánchez no gobierna con el Falcon: gobierna con una cámara de televisión que le enfoca permanentemente

El domingo frente al Congreso, se intentó repetir la hazaña por parte de Íñigo Errejón, uno de los sueldos de Sumar: no llegaron a 5.000 porque Sumar no cuenta con los posibles del PSOE para fletar autobuses, con bocadillo pagado, desde toda España.

En cualquier caso, las pancartas del sábado y domingo dicen más que las cursilísimas declaraciones de los dirigentes socialistas, comunistas y separatistas (estos últimos con cierto pitorreo) que entonan el "Pedro, quédate".

La situación es ésta. España contiene la carcajada ante este 'vodevil de paripés'.

En cualquier caso, nuestra apuesta es esta: Sánchez permanece en Moncloa y elimina la independencia judicial, controla a las empresas y forja unos medios informativos al servicio de la propaganda monclovita... según estaba previsto.

En cualquier caso, habrá logrado lo que pretendía: que se abra la cacería contra los jueces, contra los empresarios y contra los periodistas. En defensa de la democracia, naturalmente. La cacería contra Isabel Ayuso será cosa de nada comparada con la que puede iniciar contra los jueces y la que prepara contra los medios -¡digitales, qué horror!- que se atrevan a ponerle en entredicho.

Eso sí, ha conseguido despertar el sentido del ridículo de los españoles y un curioso regocijo recorre el país. La frontera del ridículo es la que el poderoso no debe traspasar jamás: olvidaremos las tropelías de Begoña, David y Sabiniano, pero Juan Español no olvidará nunca que Pedro está loquito por Bego

Sí, a las empresas privadas también hay que controlarlas. Recuerden que de las empresas privadas depende la publicidad que alimenta a esos medios críticos y Sánchez pretende, como buen tirano, terminar con los medios que se atreven a criticar su figura. Esto es, para liquidarlos, necesita a las empresas.

Respecto a los jueces: el mismo que empleó la mini-sentencia parcial de un juzgado madrileño sobre un pequeño apartado de la Gürtel para aliarse con los orcos de Mordor -proetarras incluidos- y acabar con Mariano Rajoy en una moción de censura, comprueba ahora, en sus propias carnes, el daño que un juzgado de primera instancia puede hacerte, aunque ya seas presidente. Por eso quiere renovar el CGPJ, para convertir a los jueces en sus comisarios políticos de La Moncloa.

Pero vayamos al fondo de la cuestión: el drama de Sánchez es que no distingue entre el bien y el mal. Su universo es narcisista: bueno es aquello que conviene a Pedro. Sánchez no gobierna con el Falcon: gobierna con una cámara de televisión que le enfoca de forma permanente. Así que sólo se marchará de Moncloa si comprueba que no puede gobernar con 'Puchimón' y con Otegi. Su desvelos no vienen del PP ni de Vox: proceden de sus aliados.

Eso sí, ha conseguido despertar el sentido del ridículo de los españoles y un curioso regocijo recorre el país. La frontera del ridículo es la que el poderoso no debe traspasar jamás: olvidaremos las tropelías de Begoña, David y Sabiniano, pero Juan Español no olvidará nunca, jamás de los jamases, que Pedrito está loquito por Bego.

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Ahí queda nuestra apuesta. En pocas horas sabremos si nos hemos equivocado.