El famoso apagón masivo de electricidad que fundió a negro a la Península Ibérica el pasado 28 abril sigue dando que hablar, mientras continúa en marcha la investigación para conocer las causas (eso sí, la presidenta de la CNMC, Cani Fernández, no culpa a las renovables, como sí hace la mayoría de expertos). Una ocasión que no ha querido desaprovechar Greenpeace para extender su caradura y, al estilo de Pedro Sánchez, no ha dudado en cargar contra la energía nuclear con bulos y mentiras.

La organización ecologista no sólo ha aplaudido al Gobierno, también ha buscado influir en el mismo. El pasado 7 de mayo, después de que Sánchez compareciera en el Congreso de los Diputados para informar del apagón, aprovechó para defender, en palabras de su responsable de la campaña de Energía, Francisco del Pozo, que “el futuro no está en la nuclear ni en el gas: el futuro será 100% renovable, flexible, eficiente, seguro y justo o no será”. Pues prepárense para más apagones y para la ruina económica, porque un sistema eléctrico 100% a base de renovables a día de hoy no es factible, pues se necesita energía de respaldo (que es proporcionada por nucleares, ciclos combinados de gas y bombeo), y el desarrollo del almacenamiento es aún minimísimo. Y resulta curioso que tampoco contemple el gas para ese futuro tan verde porque en los últimos años se ha lucrado vendiéndolo en Alemania

Del Pozo fue más allá y se atrevió a referir que la energía nuclear “es un lastre para la estabilidad en la red: no es lo suficientemente flexible para complementar a la energía renovable. Tampoco gana ni en seguridad ni en coste, pues alargar con seguridad las nucleares requiere una costosa inversión, como ya se ha visto en otros países. Además, genera más residuos peligrosos, así que solo estaríamos ahondando en su ya ruinosa operación”. Sonoras mentiras si uno consulta con la mayoría de expertos. 

Greenpeace defiende que “el futuro no está en la nuclear ni en el gas: el futuro será 100% renovable, flexible, eficiente, seguro y justo o no será”. Pues prepárense para más apagones y para la ruina económica, porque un sistema eléctrico 100% a base de renovables a día de hoy no es factible, pues se necesita energía de respaldo

En el tema de complementar a las renovables, el citado ecologista se equivoca porque, por ejemplo, en 2024, la nuclear fue la segunda fuente de generación eléctrica al aportar el 19,98% del total gracias a que estuvo funcionando el 87,91% de las horas del año, es decir, unas 8.000 horas anuales, frente a 1.400 millones de la fotovoltaica y 1.800 de la eólica. Además, la mayoría de expertos apuntan que la nuclear es clave para la seguridad de suministro y las centrales españolas están entre las mejores del mundo y muy controladas tanto por sus propietarias como por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y otros organismos internacionales. Además, prorrogar su vida útil no supone grandes inversiones, porque la mayor se realiza con su construcción (y esta ya está más que amortizada) y todos los años se hacen inversiones; y en el caso de su “ruinosa operación” el motivo no son los residuos (que están controladísimos y ocupan poco espacio), sino los elevadísimos impuestos que asfixian su viabilidad.

El pasado 13 de mayo, un día antes de la comparecencia de la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Sara Aagesen, en la Cámara Baja, Greenpeace propuso un paquete de 10 medidas para, en su opinión, asegurar un suministro eléctrico seguro, flexible, asequible y 100% renovable, entre las que no incluía a la nuclear. Hablaba de: almacenamiento; autoconsumo; renovables despachables -aquellas que pueden ajustar su producción según la demanda- “como complemento necesario a las tecnologías más económicas (fotovoltaica y eólica), con especial atención al relanzamiento de la energía termosolar con almacenamiento térmico”; hidroeléctrica; red inteligente; interconexiones; pagos por capacidad regulados y que sólo remuneren el servicio realmente prestado; participación en la gestión de la demanda; fin del oligopolio de empresas y grupos que realicen actividades energéticas reguladas y liberalizadas para que ninguno posea más de un 15 % del mercado de generación, distribución o comercialización; y poner en marcha ya la Comisión Nacional de la Energía y que tenga “independencia total de los órganos reguladores y decisores impidiendo cualquier tipo de ‘puertas giratorias’”.

Greenpeace y Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) deberían recordar que el accidente en la central nuclear de Fukushima (Japón), el cual fue provocado por un terremoto y un tsunami, no causó ninguna muerte por radiactividad y que no ha llevado a que ese país asiático abandonara dicha energía, sino que la impulsa y ha extendido la vida útil de sus reactores más allá de los 60 años

La organización ecologista se equivoca al decir que la fotovoltaica y la eólica son las tecnologías más baratas. Claro que también comete el error de hablar de “las limitaciones técnicas de la tecnología nuclear (su inflexibilidad, rigidez y peligrosidad) ni su incapacidad de competir en el mercado sin fuerte ayuda estatal”. Una mentira tras otra, una vez más, en la misma línea que Sánchez. 

Por si los comunicados de los días 7 y 13, el día 8 Greenpeace, junto Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA), reclamó que no se dé ni un paso atrás en el calendario de cierre nuclear que está fijado para el periodo 2027 y 2035, a pesar del creciente clamor por la prórroga de las centrales españolas para no repetir el error de Alemania (donde se ha disparado el uso del carbón y del gas, y por ende, las emisiones de CO2; y ha aumentado el precio de la electricidad). En una de las pancartas de estos ecologistas se podía leer ‘Cierre nuclear: no más Fukushimas’, algo que también es muy criticable. Greenpeace recurre al mismo accidente de la central nuclear de Fukushima al que recurrió Angela Merkel cuando era canciller de Alemania en 2011 para impulsar el cierre de las centrales de su país (algunas eran propiedad de las energéticas E.On y RWE), a pesar de que dicho accidente fue provocado por un terremoto y un tsunami, no causó ninguna muerte por radiactividad y que no ha llevado a que ese país asiático abandonara dicha energía, sino que la impulsa y ha extendido la vida útil de sus reactores más allá de los 60 años.