Gran novedad en medio de la guerra de Ucrania, que no ha cesado en Navidad. Por primera vez, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski acepta repartir el territorio del este de Ucrania tomado por los rusos, se supone que según la población de cada tierra conquistada. 

Es la primera vez que Kiev accede a perder parte de su integridad territorial y cuando Pedro Sánchez y el dulce Albares aseguran que eso justifica la invasión rusa tienen toda la razón: en efecto, quien invadió fue Putin y, en principio. no se puede permitir que gane.

Esto demuestra algo emocionante; que hasta unos progres del tipo de la pareja Pedro/José Manuel, pueden tener razón... de vez en cuando.

Ahora bien, en origen, la razón la tenían los rusos, no los ucranianos. Desde la caía del Muro y de la Unión Soviética, Europa y Washington han despreciado a Rusia. Por ejemplo, algo muy reciente -2014- no se respetaron los acuerdos de Minsk y así, Putin ha tenido una excusa para entrar en Ucrania. 

Pero ya antes no se había respetado el Pacto entre caballeros que exigía, tras la caída del bloque soviético, que hubiera una tierra de nadie entre Rusia y la OTAN. 

Todo eso está muy bien y Donald Trump, el último pacifista, quiere un acuerdo a toda costa. No obstante, lo importante no es un alto el fuego entre Kiex y Moscú, que también. Lo importante es que Vladimir Putin abandone los BRICS, sobre todo que abandone el eje perverso Moscú-Pekín-Deli-Teherán y vuelva a Occidente. Sí a Occidente, porque Rusia es cristiana y lo que enraiza a Occidente, a pesar de su degeneración actual, es su fe en Cristo.

Atraerse a Putin hacia el Occidente cristiano, esa es la clave. Pero cada día resulta más difícil.