Alrededor de 85.000 niños menores de cinco años han podido morir a causa de la desnutrición en Yemen durante los tres años de guerra, según estimaciones de la ONG Save the Children. El dato es el último grito de alarma de quienes trabajan sobre el terreno ante la amenaza de que la batalla por el control del puerto de Hodeida descarrille los frágiles esfuerzos de paz de la ONU. Esta organización, cuyo enviado especial, Martin Griffiths, ha llegado este miércoles a Saná para impulsar el diálogo entre las partes, ya advirtió el mes pasado que 14 millones de yemeníes, la mitad del país, están al borde de la hambruna, recoge El País.

“Por cada niño víctima de las bombas y las balas, hay decenas que se mueren de hambre y eso es algo que se puede prevenir”, ha declarado el director de Save the Children para Yemen, Tamer Kirolos, al presentar el informe. Kirolos también ha recordado el enorme sufrimiento de los niños que perecen de esa manera. “Las funciones de sus órganos vitales se ralentizan hasta que finalmente se paran; algunos están tan débiles que ni siquiera pueden llorar”, ha explicado. Mientras, “los padres ven impotentes cómo sus hijos pierden peso”.

Por cada niño víctima de las bombas y las balas, hay decenas que se mueren de hambre y eso es algo que se puede prevenir 

La ONG explica en su página web que ha sacado la cifra de 84.701 niños a partir de los datos recopilados por la ONU y evaluando las tasas de mortalidad para los casos de desnutrición aguda severa en menores de cinco años entre abril de 2015 y octubre de 2018. Unicef estima en 400.000 los niños afectados por esa forma extrema de hambre durante este año, 15.000 más que el precedente.

A finales de marzo de 2015, Arabia Saudí intervino militarmente en Yemen para formalmente restaurar al Gobierno del presidente Abdrabbo Mansur Hadi, desalojado del poder por los rebeldes Huthi. Pero tras lograr, con el apoyo de Emiratos Árabes Unidos, que esa milicia se retirara de Aden, al sur, y Mareb, al este, el país ha quedado dividido en dos: los rebeldes se han encastillado en Saná, la capital, y las regiones del centro-oeste, mientras que el resto del país está controlado por una amalgama de fuerzas más anti-Huthi que progubernamental, a las que apoyan saudíes y emiratíes.