Sr. Director:

Una forma auténtica de celebrar la fiesta entrañable de la Navidad es la popular. No entro en las pegas que el racionalismo crítico-histórico escribe contra los evangelios de la Infancia de Mateo y San Lucas. Ninguna de las fiestas populares conserva y revive tan gran acervo cultural como la Navidad. Con costumbres y símbolos navideños ancestrales, variados y de gran contenido religioso. Citar realidades culturales navideñas sería interminable. Entre los símbolos más universales está el Belén o Nacimiento. Conviene decir que la vieja disputa europea entre el belén católico y el árbol navideño de la cultura protestante gracias al Vaticano II y el movimiento ecuménico, se ha superado y conviven ambos símbolos como se demuestra en el la plaza de San Pedro. El majestuoso árbol de Navidad convive con el no menos majestuoso belén. El belenismo es una gran tradición religiosa-artística. España llevó al Nuevo Mundo el amor por los belenes, en algunos países como México las posadas y los belenes adquieren una riqueza excepcional. La música navideña es muy importante con villancicos entrañables y familiares, o las grandes obras clásicas como el genial e insuperable oratorio Mesías de Händel; la poesía navideña española es de gran calidad en Lope de Vega, Calderón, Góngora (…), San Juan de la Cruz, Santa Teresa o los grandes autores del del 27. El teatro español comenzó con el Auto de los Reyes Magos

Para el calendario religioso popular, Navidad es una fiesta entrañable sensible y bulliciosa la que se vive en las familias cristianas en las parroquias, en los colegios religiosos que festeja el nacimiento del Hijo de Dios del seno de María, en el niño Jesús en el Portal de Belén, así se canta en los villancicos tradicionales. Esta Navidad se configura en los belenes populares que tanta tradición tienen en España especialmente desde los siglos XVI hasta nuestros días, pese a las nuevas corrientes laicistas que intentan sustituirlos, especialmente en los edificios públicos escuelas, hospitales etc., por otros símbolos muy ajenos a nuestra gran tradición belenista. Una visita a los belenes que se exponen en todas las ciudades y pueblos de España demuestra la gran riqueza y arte que contienen: el Niño Jesús desvalido, la Madre silenciosa que contempla, San José pensativo, pastores, magos, ángeles; rivalizan esos belenes por presentar las aldeas de Palestina de forma intemporal y utópica. No faltan ni el palacio del Cruel Rey Herodes, no los soldados romanos, ni la cruel matanza de los inocentes con sus madres desgarradas por el dolor.  

Propio de la Navidad popular son los arboles; comidas y dulces típicos de estas fiestas, según regiones y pueblos. En la Navidad hay presencia desconcertante en que aparece lo divino y transcendente como una nostalgia de un mundo mejor y más pacífico. Navidad y Año Nuevo son tiempo adecuado para que las autoridades civiles reyes, presidentes de Gobierno) o religiosas (el Papa con la solemne bendición católica a la Ciudad y al Orbe).

No faltan adversarios de la Navidad que aumentan cada año y propugnan una navidad laica promoviendo toda clase de ocurrencias algunas disparadas, otras extravagantes y muchas ofensivas y que atentan a lo más elemental de estas fiestas. Otros con total sectarismo quieren evitar los símbolos navideños para no molestar a los que odian o no admiten públicamente nuestras costumbres y formas de vida, ante indiferencia y la pasividad de algunos representantes públicos. Otros rechazan la Navidad con argumentos infundados como y sabihondos, que se suelen oír en medios de comunicación populistas demagógicos así: Jesucristo no nació el 25 de diciembre; Santa Claus no existe; Navidad es una fiesta hipócrita se rechaza la guerra durante unos días; la publicidad se sirve de canciones tiernas acarameladas y películas sentimentales que ocultan la verdad de la Navidad el nacimiento del Niño Jesús en Belén. Algunos van más lejos y hablan de un monumento del pasado que deshonra a Jesús de Nazaret. Pero la Navidad no puede morir, porque es más fuerte que la muerte. EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOSTROS.