Las declaraciones de Borrell al periódico alemán Handelsblatt, más allá de lo que han encolerizado al ministro italiano Matteo Salvini, no tienen desperdicio por la imaginación del ministro español.

Porque de eso se trata cuando, en medio del vivo sobre las políticas de inmigración, se despacha con iniciativas como “una especie de Erasmus euroafricano” (sic), sin dar más detalles de cómo articularía su ingeniosa idea una UE tan burocratizada y con falta de soluciones más urgentes como el reparto en su suelo de los inmigrantes. La última prueba la da él mismo: el acuerdo entre Merkel y Sánchez son ¡poco más de 30 personas!

Un emigrante legal, a formar durante tres años, por cada inmigrante ilegal devuelto, dice Borrell (olvidando que son irregulares, no ilegales), sin explicar cómo ni quiénes y sin eludir a un nuevo efecto llamada ni al papel de las mafias en ese juego sucio de movimientos de población.

Eso sí tiene muy claro que en esto ha buenos, entre los que está España (y Alemania, que no falte) y malos, como el perverso Este europeo (Hungría o Polonia) -el mismo que da mil vueltas en valores al resto de Europa- y, of course, el líder del PP, Casado.