Afganistán, en manos de los talibanes
Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Italia, donde vive Ali Ehsani, un cristiano afgano que tuvo que abandonar Afganistán cuando mataron a sus padres y destruyeron su casa por ser cristianos. Ahora, tras la vuelta del régimen talibán al país, él ayudó a escapar de Afganistán a una familia cristiana perseguida, cuenta Aciprensa.
Ali Ehsani es uno de los pocos cristianos afganos que hay en el mundo. Tiene 38 años y es abogado en Italia. Llegó desde Afganistán a Europa con tan sólo 13 años y totalmente solo. Cuando tenía 8 años descubrió que su familia era cristiana porque sus compañeros de escuela le preguntaron por qué su padre no iba a la mezquita.
“Cuando volví a casa se lo pregunté a mi padre, y él me dijo: ¿quién te ha dicho eso? Mi padre me explicó que no debía decirle a nadie que nosotros éramos cristianos. Me contó que los cristianos iban a la iglesia, pero no me dijo mucho más por el miedo de que yo contara de nuestra fe y nos descubrieran”, recordó Ali a Ayuda a la Iglesia Necesitada No sabía lo que significaba ser cristiano, sólo que en su casa siempre había un plato más para que pudiera sentarse a la mesa quien viniera pidiendo limosna, recoge Aciprensa.
Se corrió el rumor de que la familia Ehsani eran cristianos, y poco después su padre fue detenido. Y pocas semanas después, cuando Ali volvió de la escuela tampoco encontró a su madre, que había sido detenida, y su casa destruida por los talibanes.
Se corrió el rumor de que la familia Ehsani eran cristianos, y poco después su padre fue detenido. Y pocas semanas después, cuando Ali volvió de la escuela tampoco encontró a su madre, que había sido detenida, y su casa destruida por los talibanes
Fue entonces cuando su hermano Mohammed, de 16 años, y él, de 8, decidieron huir de Afganistán. “Fue un viaje que duró 5 años y que cuento en el libro ‘Esta noche miramos las estrellas’. Fue un viaje dramático de cinco años en el que atravesamos Afganistán, Pakistán, Irán, Turquía, Grecia hasta llegar a Italia. En el viaje murió mi hermano”, recordó.
Mohamed y Ali tomaron una lancha para alcanzar la costa griega, pero su hermano nunca llegó. Ali se agarró a un bidón de gasolina para salvarse y pensó: “Si Jesús existe, me salvará de morir ahogado”. Con 11 años se quedó solo, pero sin dudar del Señor. Cuando llegó a Italia lo tenía muy claro: quería estudiar Derecho para poder defender y ayudar a los más vulnerables que habían sufrido tanto como él.
Sin embargo, Ali nunca se olvidó de sus raíces afganas y de los cristianos clandestinos en el país. Conoció a una familia cristiana afgana por medio de un amigo. “Hablábamos con frecuencia y les mandaba vídeos de la misa o les hacía transmisiones en directo desde mi teléfono móvil. Para ellos era complicado porque nunca han ido a misa, pero cuando veían los vídeos se emocionaban, lloraban…aunque no entendían nada”, explicó, recoge Aciprensa.
El primer día que pudieron ir a misa sólo podían llorar de la emoción. Poder tener la libertad de profesar su fe fue realmente muy emocionante
Un día, durante una de las transmisiones de la misa decidieron verla en la televisión y con el volumen un poco alto para que toda la familia pudiera escucharla. Así fue como los vecinos descubrieron que eran cristianos y les delataron.
Poco después el padre de esta familia fue arrestado y no se ha vuelto a tener noticias de él. La familia tuvo que escapar de la casa y refugiarse en un búnker mientras Ali gestionaba su salida del país junto a autoridades italianas y del Vaticano. Finalmente esta familia se encuentra en Italia y han comenzado a rehacer su vida, a pesar del shock de haber perdido a su padre y haber tenido que huir del país.
“El primer día que pudieron ir a misa sólo podían llorar de la emoción. Poder tener la libertad de profesar su fe fue realmente muy emocionante. Y decían: ‘Después de años y años en la oscuridad, cristianos clandestinos, es como si hubiéramos vuelto a nacer’”, aseguró Ali, según la información de Aciprensa.
Podemos estar realmente expuestos al riesgo pero, al mismo tiempo, estamos aquí en misión y estamos aquí por Jesús. Tenemos que continuar aquí
Nos vamos ahora a Mozambique. Monseñor Antonio Juliasse apenas lleva siete meses como administrador apostólico de Pemba, en la complicada y peligrosa provincia de Cabo Delgado. Zona ahora conocida internacionalmente debido a la ofensiva yihadista que tanto sufrimiento está provocando.
En una entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada cuenta: “Podemos estar realmente expuestos al riesgo pero, al mismo tiempo, estamos aquí en misión y estamos aquí por Jesús. Tenemos que continuar aquí”, le dijeron misioneros y sus superiores. Esta respuesta –asegura- le “conmovió”.
Otro frente es el humanitario debido a la llegada de desplazados debido a los ataques: “creo que pasamos por esto juntos y fue bueno encontrar un camino y que Dios nos acompañara en ese momento para hacer uso de un discernimiento más profundo. También para encontrar esa perspectiva más profunda de nuestra misión y de nuestro compromiso, de nuestra respuesta al martirio, ya que el martirio nadie lo pide, sino que puede suceder en cualquier momento”.
Sin embargo, también ve como una cuestión urgente la asistencia espiritual, “con una pastoral de integración de los desplazados en la vida cristiana y religiosa en los lugares donde se encuentran. Existen tensiones entre las poblaciones locales y los que han acogido a los desplazados. Este es también uno de los aspectos a los que la Iglesia quiere contribuir, a partir de los liderazgos cristianos, influyendo en los líderes locales hacia una buena convivencia entre los desplazados y los que ya estaban en el terreno”.
Esto incluye la violencia perpetrada contra las niñas de religión cristiana o hindú por parte de los musulmanes
Y en Pakistán, la policía detuvo a un hombre musulmán por secuestrar, violar y golpear a una niña cristiana de ocho años, Liza Younas. La policía afirma que el culpable, Muhammad Bota, ha sido detenido y acusado en virtud del artículo 376 del Código Penal, que castiga la violación y la violencia privada. La pena prevista por la ley es de prisión por un periodo de entre 10 y 25 años o incluso la pena de muerte, informa Fides.
Ashiknaz Khokhar, promotor de derechos humanos que está apoyando y acompañando a la familia de la víctima en el proceso judicial, condenando el brutal acto, dice a Fides: “Se trata de la crueldad de un hombre musulmán, que en la noche del 2 de septiembre secuestró a una menor de edad en la calle, la violó y, para ocultar su crimen, intentó matar a la niña golpeándola con una piedra y dejándola inconsciente en el suelo y huyendo”.
La organización no gubernamental ‘Sahil', que trabaja en Pakistán para proteger a los niños de todo tipo de violencia, en su Informe para el año 2020 señala que cada día más de 8 niños sufren abusos en Pakistán. Los casos de acciones delictivas contra los niños denunciados oficialmente han aumentado de 2.846 en el año 2019 a 2.960 en el año 2020. El informe también menciona que el 80% de los abusos son llevados a cabo por alguien que el niño conoce.
Esto incluye la violencia perpetrada contra las niñas de religión cristiana o hindú por parte de los musulmanes, que desprecian, discriminan y abusan de las niñas pertenecientes a comunidades religiosas minoritarias, con la idea de que estos delitos de violencia, secuestro y violación pueden quedar fácilmente impunes. Por ello, los abogados y las organizaciones de la sociedad civil están muy interesados en informar, denunciar y perseguir estos casos, para acabar con la cultura de la impunidad.