
Karol Wojtyla restauró la Iglesia y la introdujo en el siglo XX. Por eso, lo único que pudo hacer Satanás -¿o alguien piensa que el ataque a la barca de Cristo, lo dirige una persona?- fue intentar, primero eliminarle y luego manipularle... y en ninguno de los dos anduvo exitoso. Con su catecismo de 1992, con su Teología del Cuerpo, con su enseñanza sobre cómo amar a Cristo, con su teología social que dejó en berlina al marxismo, con su triunfo sobre el comunismo soviético sin disparar un solo tiro, con una nueva Curia que construyó más mariana que petrina, asumiendo riesgos que ningún otro pontífice antes se había atrevido a asumir -y sus fracasos le costaron-, con sus viajes peregrinos de evangelización permanente, el restaurador polaco aclaró todo lo aclarable. No era vencible, pensó Satán, así que había que manipular sus palabras.
Joseph Ratzinger aprovechó esa ingente clarificación juanpaulina, que había embridado un caballo desbocado, y comenzó la reconstrucción. La reacción de Satán fue insultarle, porque el discípulo de San Juan Pablo II había tenido la osadía de pasar de las musas al teatro. Se le entendía todo, aún mejor que a su antecesor. Hasta que no le doblaron el pulso, con una dimisión que ojalá jamás se hubiera producido, Satán no paró. Hubo un momento en que el magnífico Papa alemán comprendió que tenía que hacer lo que no debía hacer: dimitir.
Ya estamos en la Gran Tribulación que comenzó con Francisco, hemos entrado en la era del trío Aviso-Milagro-Castigo
Francisco no fue ningún anti-Papa, quítense esa idea de la cabeza, sino un Papa verdadero, pero con él comenzó la tenebrosa era de la Gran Tribulación, según la crónica de Garabandal en la que yo sí creo... y otra mucha gente. Por ejemplo, Santa Teresa de Calcuta, el santo Padre Pío, San Pablo VI, o San Juan Pablo II.
Jorge Bergoglio fue el vicario de Cristo, un verdadero Papa pero fácilmente manipulable, en cuyo debe radica el haber contribuido a la confusión de los fieles. Bergoglio aceptó las premisas del mundo pensando que lo podía evangelizar, trató de atraerse a las ovejas negras al redil, mientras estas le mordían el cuello a dentelladas. Quizás le faltó la humildad necesaria para reconocer su error y cambiar de dirección pero se murió esperando un futuro que no llegó. Lo que llegó fue otra etapa de confusión aún peor que la sobrevenida tras el Concilio Vaticano II, concilio que, por cierto, Wojtyla defendió hasta el día de su muerte.
Está surgiendo una nueva Iglesia pujante, formada por órdenes, congregaciones, movimientos, etc., tan leales al Cuerpo Místico como ajenas a la Curia, que continúa envuelta en su tufo panteísta y gnóstico, propio de una ONG que se ha olvidado de Cristo
¿Y León XIV? A León XIV simplemente se le ignora. Es como si no existiera Papa. El Papa norteamericano-peruano prefiere no sembrar discordias en nada y por nada, en aras de la unidad de la Iglesia.
Lo cual, en esta etapa fin de ciclo no parece bueno. Con León XIV se está dando un curioso fenómeno: es el cuadro de mando de la Iglesia el que parece estar en crisis o anonadado. Sin embargo, como al margen del Vaticano, está naciendo una Iglesia, no paralela, Iglesia sólo hay una, sino una serie de iniciativas, muchas de ellas laicas, pero también nuevas órdenes, congregaciones, movimientos, etc., tan leales al Cuerpo Místico como ajenas a la Curia, que continúa envuelta en sus mantras del cambio climático, de tufo panteísta, la iglesia de la igualdad de los desiguales, de la liberación de los oprimidos y de la filantropía onegera que se preocupa por todos menos por Cristo.
No hay que preocuparse demasiado. Recuerden que el fin del mundo, para usted y para mí, no es el fin del actual ciclo histórico sino la muerte de cada uno. En el otro lado, la incertidumbre habrá desaparecido... para bien o para mal
Y a todo esto, la Gran Tribulación no es algo que viene, es algo que ya empezó con Francisco y que aparece dispararse con León XIV. Los tiempos actuales parecen listos para el trío Aviso-Milagro-Castigo... y créanme que espero equivocarme.
Pero conste que sólo es una sospecha. Ademas, no hay que preocuparse demasiado. Recuerden que el fin del mundo, para usted y para mí, no es el fin del actual ciclo histórico sino la muerte de cada uno. En el otro lado, la incertidumbre habrá desaparecido... para bien o para mal.










