
Lo explica muy bien el padre Santiago Martín, en el canal Magnificat TV, que recoge Religión en Libertad. El Papa León XIV ha invitado formalmente a vivir el Jubileo 2025 al movimiento Somos Iglesia, esos majaderos que quieren introducir la “reforma de la Iglesia”... consistente en eso que están ustedes pensando, es decir, el caca-culo-pedo-pis: feminismo, aborto, la Pachamama o ecologismo radical, el sinodalismo entendido como régimen asambleario, sacerdotes casados, gaymonio, etc., etc., etc.
Con decirles que hasta la Conferencia Episcopal Española se ha visto obligada a aclarar que Somos Iglesia no es ningún organismo eclesial... ya les he dicho todo.
Naturalmente, la progresía clerical, mismamente, Religión Digital, ha aplaudido la iniciativa y los jetas de Somos Iglesia han aprovechado para interpretar la delicadeza, en mi opinión excesiva, de León XIV, para asegurar que queda claro que el nuevo Papa sigue la estela de Francisco en todos los órdenes... que a ellos les conviene.
Se trata de mantener lo peor del Papado de Francisco, que fue la confusión doctrinal. Insisto: confusión, no cambio de doctrina, pues el Papa Francisco no cambió la doctrina en nada.
Lo cierto es que el Papa León se ha encontrado una Iglesia que más parece una jaula de grillos. Desde que salió al balcón de la logia de San Pedro el peruano-norteamericano ha intentado hablar siempre y en todo momento, de unidad. Ahora bien, lo que a la Iglesia, lo que el cuerpo místico de Cristo, debe importarle no es la unidad, que también, sino la unidad en la verdad. Unirse en la mentira o igualar lo desigual no es más que confundir. A los ‘gender’ y los ‘woke’, como a todos, la Iglesia les abre la puerta, pero es la única puerta que puede abrir, la que abre a todos, para que se arrepientan y encuentren el consuelo de Cristo.
Ya dijimos en Hispanidad que León XIV había cedido demasiado, seguramente con su mejor intención y en aras de la unidad, en la llamada Misa por el planeta. La invitación a Somos Iglesia para el Jubileo de Roma... ya ven cómo ha sido aprovechada por los invitados para arremeter contra la doctrina, el tesoro de la Iglesia. Y es que la unidad es importante, pero si no es unidad en la verdad entonces estaremos ante el viejo aforismo: siempre que algún necio dice que 2+2 son seis y un sensato nos responde asegurando que 2+2 son cuatro, surge un tercero que, por amor al diálogo y a la moderación, sentencia que 2+2 son cinco.
Pues no, dos más dos son cuatro y sólo cuatro, aquí y en Sebastopol pero, sobre todo, en un Cuerpo Místico donde la cabeza es Cristo, que no puede ni engañarse ni engañarnos.









