Sr. Director:

Han conseguido confundirme. Hasta hace poco, yo pensaba que vivía en una sociedad con preocupaciones e intereses al margen de Dios; incluso, intentos de borrarlo del mapa, de hacer como si no lo conociéramos: quitar todo signo religioso de las aulas, cambiar el sentido de algunas fiestas, aprovechar las clases de religión para impartir educación para la ciudadanía (muy necesaria, por cierto)

Pero qué sorpresa cuando llega a mí el texto del examen de selectividad, examen por el van a pasar todos los chicos y chicas de diecisiete o dieciocho años; texto que va a leer, obligatoriamente, una parte importante de la población: Me encanta Dios: un texto completamente en contra de Dios, en el que se nos dice que juega con nosotros, nos rompe una pierna, o nos aplasta definitivamente. Es decir, un texto, aunque en contra, sobre Dios.

¿No habíamos quedado en apartarlo, en que Dios no existía, en que el hombre ha superado la superstición de la religión? Lo que Dios no puede hacer es no existir y a la vez tener la culpa de todo. Entonces, ¿existe o no existe?

Nina Lamuela Antonino

nina_lamuela@hotmail.com