El principal problema con el que se enfrenta, no ya el derecho a la vida, sino la vida humana, el hombre, la humanidad, es la masacre de niños no nacidos, tanto en su versión aborto como en su versión manipulación de embriones, que no son dos cosas, sino una sola. La diferencia sólo estriba en que en el aborto quirúrgico se ve a la víctima, mientras que cuando se trata de una manipulación de embriones, los más superficiales pueden hablar de "conjunto de células" y quedarse tan anchos. Pero la esencia de una persona está en su embrión, en su feto, en su infancia en su edad adulta y en su senectud. Por eso, precisamente, podemos hablar de individuo, porque siempre es el mismo, de la concepción a la muerte natural, pero todo lo cerró Benedicto XVI con su frase definitiva. "Dios ama al embrión". Eso sí, la época abortera comenzó en 1973, y la masacre de embriones, precedido por las fecundación ‘in vitro' se destapó en el siglo XXI. No se crean, con los ataques a la vida ocurre algo muy similar a los ataques contra la honradez económica y contra los más desfavorecidos: los estafadores tienen poca imaginación. Así, si ya en los años setenta del pasado siglo los comunistas soviéticos pusieron en marcha el "Proyecto centauro", o mezcla del hombre y caballo -supongo que con destino al Comité Central del PCUS-, y la panoplia de bestialidades que describe, cómo no, Noticias Globales, las mismas que han convertido al Reino Unido y en España en la tierra de Frankenstein (por cierto, genial el último número de la revisa Chesterton -www.chesterton.es-, titulado "El joven Frankenstein en el laboratorio de Células madre"). Al final, toda esta locura homicida, que disminuirá el ya muy devaluado prestigio de nuestra generación ante sus hijos y nietos, sigue obedeciendo al viejo consejo de la serpiente: "Seréis como dioses". Eulogio López eulogio@hispanidad.com