Sr. Director:

El pasado domingo 20 no fue un día bueno para nuestra democracia. El Gobierno convocó al pueblo español a expresar su opinión sobre un Tratado que establecía una Constitución para Europa. Cerca de 20 millones de electores no acudieron a las urnas, casi un 60% decidieron no hacer uso de este derecho (deber) y quedarse en casa como si la cosa no fuera con ellos.

Mal, no podemos estar contentos. Entiendo que nuestra Constitución Española establece el sistema del referéndum como un complemento, mediante la intervención de los ciudadanos, a la soberanía nacional que reside en las Cortes. Podría entenderse en determinados casos que su uso deslegitimaría al Parlamento. Nada más lejos de ello. El referéndum es un medio de gran calado democrático, que permite dar voz directa a un pueblo. Claro que para ello es necesario cumplir con los requisitos esenciales que toda democracia seria debe reunir en la convocatoria de éste referéndum y de cualquier cita electoral: el ciudadano debe saber de qué estamos hablando y, sobre ello, saber también lo que se le pregunta. Nada de esto se ha dado en estos días.

Nuestras autoridades nunca han tenido interés en que conociéramos el contenido del Tratado. Una campaña carente de comunicación y de las mínimas oportunidades a los discrepantes para mostrar su disconformidad con lo propuesto. Ni un solo debate en los medios de comunicación en los que poder mostrar nuestra discrepancia con un texto injusto.

Unos mensajes tibios, disparatados y esperpénticos: desde culpabilizarnos de dañar la imagen y posición de España, pasando por la amenaza de ruptura en la construcción de Europa, hasta hacernos responsables, incluso, de la futura falta de paz mundial.

Lo que aquí ha sucedido es propio de una república bananera. Ahora bien, no creo que esa cantidad de ciudadanos que no han salido de sus casas pasen de todo. Me da la impresión de que, además de los graves defectos que en sí mismo reúne este Tratado (y de los que tanto hemos hablado), la mayoría que no ha ido a votar entendían que los partidarios del sí sólo buscaban reforzar su posición a costa de la construcción europea.

Han querido jugar con el pueblo y ahora, después del resultado (sólo el 30% del electorado les han apoyado), su intención es jugar con la democracia.

La democracia es la mejor forma de Gobierno que hemos inventado, pero no es un método científico ni un criterio de moralidad. La democracia es una condición necesaria, pero no suficiente, de la justicia. No tiene que ver nada con la verdad, ni en sentido filosófico, ni científico, ni moral. El diálogo verdadero puede ser camino para descubrir la verdad, pero no para inventarla o crearla. Con este acuerdo de voluntades es suficiente para hacer las leyes, pero no para discernir entre el bien y el mal.

La mayoría de la minoría que ha dado luz verde a este Tratado, no tiene necesariamente razón. Lo que tienen, y eso no lo pongo en duda, es la fuerza democrática; y por lo tanto, el derecho a gobernar. La falta de respeto y el abuso se produce cuando no sólo se nos hace cumplir con la ley, que se desprende de esta futura Constitución, sino que se pretende identificar lo allí establecido con la justicia y la verdad. Y nada más lejos de ello.

La verdad es lo que es y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés. El pueblo ha dicho que no a este montaje de unos pocos. Es hora de levantar las alfombras y destapar que se apoyan en un sistema de ideologías que pertenece al pasado (sí es que algún día se dieron).

Es posible hacer toda una política desde los valores de la vida y la familia. Creo firmemente en esta nueva forma de hacer política. Hasta aquí hemos llegado y no somos más que un embrión de lo que queda por venir. El Partido Familia y Vida apuesta por la transversalidad en la política. Es una búsqueda constante de la verdad de la que la persona posee parte y a la vez es parte de ésta.

Quiero animar desde aquí a formar parte de este proyecto ilusionante. Surgirán dudas, y también entre nosotros, de cómo llevar esta misión a efecto. El método y la naturaleza elegida es lo sorprendente, es lo nuevo y lo que hace extraordinariamente válido este proyecto.

Nuestros aliados deben ser el tiempo y la paciencia. Hace cuatro meses dije que el que resiste gana. Sigo creyendo en ello. Los otros ya saben que estamos aquí. No tenemos motivos para estar contentos, pero cada rato que pasa existen más razones para la esperanza.

Juan Marcos Lizarbe

Presidente del Partido Familia y Vida  

marcoslizarbe@yahoo.es