Sr. Director:

Cuando hablo con la gente sobre el proyecto del gobierno de legalizar el matrimonio entre homosexuales, es habitual oír la respuesta siguiente: a mí que se casen me da igual, pero lo de que adopten niños me parece fatal. Esta respuesta, que suele ir cargada de buena intención, resulta insuficiente -por superficial- y requiere una precisión.

El motivo de esta carta es alertar de la extraordinaria gravedad y de las funestas consecuencias de llamar matrimonio a las uniones de homosexuales. Con ello, el gobierno pretende dar carta de naturaleza -como algo normal- al hecho de que los hombres se casen con hombres y las mujeres con mujeres, lo cual resulta contrario a los más elementales principios de la naturaleza humana, y ello por razones obvias, tanto anatómicas (que no veo necesario explicar) como por razones emocionales y sentimentales (la complementariedad hombre mujer no es sólo física).

Este proceso de legitimación social de las uniones de homosexuales va a tener unas consecuencias funestas, que merece la pena explicar:

1.- Por lo pronto, va a ser nefasto para los propios homosexuales, a quienes se engaña haciéndoles creer que su homosexualidad es algo perfectamente normal, y que deben darle rienda suelta para alcanzar la felicidad. No obstante, multiples estudios nos señalan que la homosexualidad -en el 99 % de los casos- es una enfermedad psiquiátrica que suele tener su origen en una serie de carencias afectivas en la adolescencia, que hacen que el adolescente se identifique con el sexo de aquel progenitor que le brinda una excesiva afectividad frente a una carencia afectiva por parte del otro progenitor. Esta enfermedad -que Freud catalogó como de perversión y aberración sexual- aparecía recogida en el listado de desordenes mentales que periódicamente publicaba la APA (Asociación Psiquiátrica Americana). Por cierto, ¿saben por qué dejó de incluirse en ese listado? Porque las asociaciones gays comenzaron a irrumpir violentamente en los congresos que organizaba la APA, hasta que lograron forzar su eliminación de dicho listado. ¿Quienes son los principales perjudicados de estas actuaciones violentas y anticientíficas? Los propios homosexuales, a quienes se le oculta la verdad de su enfermedad, y con ello se les oculta la posibilidad de aplicar un tratamiento.

2.- Sin embargo, el efecto más perverso de la legislación propuesta por el Gobierno es el que se va a producir en nuestros hijos. Sí, querido lector, en tus hijos y en los míos. Ellos van a crecer viendo que los homosexuales se casan, como si fuera lo más normal del mundo. Y si esto se ve como lo más normal del mundo, nuestros hijos (tus hijos, los míos) llegarán a una edad en la que -sencillamente- elegirán su sexo. Más aún, puesto que los lobbies gay intentarán entrometerse en la educación de nuestros hijos (como ya hacen con Los Lunnis) y se aprovecharan de cierta indefinición sexual que existe hacia los 11-12 años, para hacer creer a nuestros hijos (los tuyos, los míos) que son homosexuales. Con ello se les hará entrar en un callejón sin salida, ya que las uniones homosexuales no pueden dar la felicidad, por la sencilla razón de que no hay complementariedad de sexos, ni posibilidad de reproducción, lo que cercena los pilares esenciales para la consecución de la felicidad: la estabilidad afectiva y la fecundidad del amor.

3.- Por último, la propuesta es un ataque a la línea de flotación de la familia, como célula vertebradora de la sociedad, esencial para la perpetuación de la especie y para la transmisión de los valores culturales y sociales. En este punto, las uniones homosexuales tienen un handicap insalvable: no perpetúan la especie, y por tanto, no pueden transmitir valores, porque faltan los destinatarios: los hijos. Además, el índice de rupturas entre las uniones homosexuales es extraordinario, muy superior al de las uniones heterosexuales (que de por sí es ya enormemente elevado). Todo ello priva a las uniones homosexuales de las funciones que la familia ha ejercido y ejerce como elemento vertebrador de la sociedad.

Como pueden ver, no he hecho ni una sola consideración moral o religiosa. No las necesito para invitar a todos los lectores a que asistan a la manifestación del próximo 18 de junio, a las 18 h. en la plaza de Cibeles. Está en juego la vertebración de nuestra sociedad, la felicidad de nuestros hijos y también -no lo olvidemos- la felicidad de los propios homosexuales, que son engañados por el gobierno y por los lobbies gay. Os espero a todos el sábado 18 en Cibeles.

Carlos Alonso de Velasco Esteban